Reseñas. Patria, de Fernando Aramburu
Cuentas pendientes de la violencia
La Guerra Civil Española ha dado alimento por largo tiempo a la literatura de ese país, de Max Aub a Ana María Matute o Javier Cercas –e incluso fronteras afuera, como en los casos de Ernest Hemingway o Hans Magnus Enzensberger–, pero por alguna razón no del todo dilucidada el largo y desgastante conflicto por la independencia del País Vasco sólo ha sido contado escuetamente. Con unas pocas excepciones notables, como la de Antonio Muñoz Molina con Plenilunio (1997), ni siquiera la escasa distancia o perspectiva histórica alcanza para explicar esa suerte de vacío respecto de un trance cuya perdurabilidad –medio siglo de ETA en la lucha armada– acaso haya colaborado para que algunos de sus componentes resultaran cada vez menos cristalinos.
Fernando Aramburu, nacido en la muy vasca San Sebastián en 1959, ya se había ocupado con anterioridad del tema, en particular en los relatos de Los peces de la amargura, publicado una década atrás. Ahora redobla la apuesta con una extensa novela cuyo propósito es ofrecer una mirada amplia, abarcadora de las distintas facetas del enfrentamiento entre la organización guerrillera, que pretendía un País Vasco independiente y socialista, y el Estado español, pero en particular centrada en las víctimas de toda clase. En los muertos y en los sobrevivientes, y en el modo en que las vidas de estos últimos se transformaron para siempre.
Patria toma como punto de partida el cese de la lucha armada decretado por ETA en octubre de 2011 (y que encuentra su correlato extra-novelístico por estos días, cuando la organización acaba de anunciar su inminente desarme definitivo), y la novela entera está construida como un abanico cuyo núcleo son dos familias: la de Bittori, viuda de un modesto empresario ejecutado por ETA en un pequeño pueblo sin nombre; y la de su ex amiga Miren, esposa de un operario de clase media baja cuyo hijo mayor, Joxe Mari, lleva media vida entre rejas y que, como militante de la organización armada acarrea la sospecha –entre otros episodios que se le imputan– de haber sido quien disparó al Txato, el marido de Bittori, alguien que hasta no mucho tiempo atrás, es decir, hasta que se negó a pagar el impuesto que ETA le exigía, era alguien valorado por todos.
El texto de Aramburu posee, sin duda, dos méritos contundentes. Por un lado, el modo en que transita la temporalidad de la historia, yendo y viniendo de un suceso a otro, pero sobre todo reconstruyendo cada una de esas instancias como un encastre, un rompecabezas que se arma muy lentamente, y casi nunca de manera lineal. Con frecuencia entonces un detalle resignifica una serie de hechos, y ese devaneo entre la diversidad de momentos y escenarios en que se desarrolla la historia, que constantemente revelan su carácter fragmentario, es el recurso por excelencia del autor –desechando casi por completo el factor misterio– para mostrar que nada es tan sencillo si uno se toma la molestia de hundir los pies en el barro.
El otro acierto medular es no tanto el de anclar la historia en ambas orillas –víctima y victimario–, sino la decisión mucho menos obvia de concentrarse en múltiples actores secundarios, que a partir del recorrido de la novela terminan por convertirse en coprotagonistas y, como tales, logran retratar con mayor riqueza los matices de una trama que recostada en sus dos figuras principales –Bittori y Miren, ambas en una diatriba constante contra casi todo– se torna por momentos unidimensional y, a través de casi seiscientas cincuenta páginas, francamente agotadora.
La excesiva monocromía de las dos mujeres es sin duda el principal talón de Aquiles de Patria. Asimismo, en el debe también habrá que anotar la irrupción del todo injustificada de una suerte de álter ego del autor, alguien que ha escrito un libro sobre el conflicto vasco y que le permite a Aramburu poner blanco sobre negro sus intenciones; entre otras, la de encabezar la “derrota literaria de ETA”.
Una novela como Patria, en la que a diestra y siniestra se esgrime el desinterés por la política como valor esencial de una sociedad tal vez corporice, sin embargo, una derrota mucho más amplia, que ningún tipo de literatura logra contrarrestar.
Patria, Fernando Aramburu. Tusquets. 646 págs. $499