Reseñas. Oulipo, de Queneau, Perec, Le Lionnais y otros
Cómplicesen busca de los límites del lenguaje
En los últimos tiempos, tres noticias provocaron que el término “Oulipo” reverdeciera entre nosotros, ya no como producto del rescate o la mirada nostálgica sino como consecuencia de su fervorosa actualidad.
La primera tuvo como protagonista al escritor argentino Eduardo Berti, cuyo carácter de residente en París –entre otros rasgos y cualidades– lo acercó a la célebre agrupación francesa y terminó provocando que lo invitaran a unírseles, en junio de 2014; junto a la incorporación del catalán Pablo Martín Sánchez, se trataba del primer escritor oulipiano en lengua española. La segunda y fulgurante noticia la constituyó la visita, apenas seis meses atrás, de Marcel Bénabou, uno de los miembros más antiguos del grupo, quien junto a Hervé Le Tellier y el propio Berti nucleó una serie de actividades –conferencias, talleres, exposiciones– en torno a la historia y la poética del grupo que se desarrollaron durante varios días en Malba y la Alianza Francesa de Buenos Aires.
La aparición de este libro es el tercero de esos hitos, otra muestra contundente de la exquisita perspectiva sobre la cual viene sustentándose la editorial Caja Negra, uno de los sellos imprescindibles de la última década.
¿Pero qué es Oulipo? En principio una sigla: la primera sílaba responde al término francés ouvroir –es decir “taller”– y las dos siguientes a la ambigua o inquietante denominación de “literatura potencial”. Rigurosamente no es ni ha sido jamás una escuela ni un movimiento literario; es un grupo de cómplices, fundado en 1960, cuyo objetivo central ha sido desde el comienzo, además de cometer el pecado de divertirse con la literatura, el de “explorar los recursos infinitos de la lengua”.
Pero para que esos recursos se desplieguen, para que la lengua estalle, los oulipianos entendieron que debían provocarla, dinamitar algunas de sus certezas. Y es en este sentido del todo significativo, o nada explica mejor la génesis del grupo, que sus dos miembros fundadores provengan uno del campo literario, sí –Raymond Queneau–, pero otro del de las matemáticas (Francois Le Lionnais). El entrecruzamiento entre ambos mundos o lenguajes resulta esencial, porque como señala Le Lionnais las matemáticas proveen a la literatura de infinitas posibilidades de exploración; de allí surgen nuevas estructuras, o bien innumerables derivaciones –potencialidades– a partir de un postulado inicial.
Uno de los términos clave para los oulipianos, entonces, es “restricción”. La restricción como motor creativo, como búsqueda, como limitación productiva a partir de lipogramas, palíndromos, anagramas. Luego de reírse de ellos mismos –son deliciosos en esta antología los textos en los que sus protagonistas repasan parte de su historia–, los oulipianos tienen como sus víctimas favoritas a aquellos que se rinden ingenuamente a la genialidad, la inspiración o la iluminación. “Oulipo es el anti-azar”, gritan unos y otros montando graciosamente en cólera. “En lugar de bloquear la imaginación –dice Bénabou en la introducción a este volumen–, estas restricciones arbitrarias la despiertan, la estimulan, le permiten ignorar todas esas otras restricciones que no liberan el lenguaje”.
Acaso la restricción más célebre, junto a los textos de Queneau cuyo estudio propició el nacimiento de Oulipo, sea la de Georges Perec en La disparition, una novela escrita íntegramente sin utilizar la letra “e”. Este libro, editado por Alemian y Malena Rey, le dedica un merecido apartado a ambos, pero asimismo recoge más de medio siglo de experiencias, o más precisamente de búsqueda incansable. Sobre el final, un capítulo alienta el nacimiento de nuevos oulipianos a partir de múltiples ejercicios. Como para recordar que la lengua no solo puede estirarse, sino que jamás se rompe.
OULIPO
R. Queneau, G. Perec, F. Le Lionnais, y otros
Caja Negra
Trad.: Ezequiel Alemian 341 págs., $ 350