Reseñas: No pidas nada, de Reynaldo Sietecase
El periodista como héroe de policial
En Crimen y pesquisa, Pablo De Santis sostiene que “la literatura policial argentina (sobre todo después de la dictadura militar) le ha escapado al policía, imposible de asimilar con la idea del héroe”. En consonancia con esta idea, Reynaldo Sietecase (Rosario, 1961) reflexiona en una entrevista –a propósito de No pidas nada, su tercera novela– que en la Argentina posterior a la dictadura es muy difícil concebir a un policía o a alguien relacionado con las fuerzas de seguridad como a un buscador de justicia que esté del lado de la verdad. Por eso el género policial “tiene un problema que se ha convertido en virtud”: prescinde de la clásica figura del detective y recurre a otros protagonistas.
Los periodistas son, entre ellos, avatares detectivescos privilegiados. Como Verónica, la joven periodista de La fragilidad de los cuerpos, novela de Sergio Olguín publicada en 2012. Guiada por una sed de justicia, encarna el lado más arriesgado de la profesión para desbaratar una mafia que hace jugar a niños en una competencia mortal. En No pidas nada, el libro de Sietecase, es el Tano Gentili, un periodista desencantado de la profesión, el que irá detrás de militares y paramilitares para averiguar por qué se suicidan algunos ex represores antes de rendir cuentas a un juez y qué relación hay entre ellos y una logia.
A partir de hechos aislados, Gentili va sumando preguntas: ¿por qué se suicida quien ha matado? ¿Es por propia voluntad o ha sido inducido? Recapitula: el prefecto Estévez se acaba de ahorcar en una obra en construcción abandonada; el capitán Vázquez bebió veneno; el General Dip abrió la llave de gas (como la madre del periodista, imagen que retorna con insistencia); uno sobrevivió: el capitán de navío Juan Anselmo Turelli, torturador acusado de haber asesinado a un bebé en los años setenta. Hay también dos prófugos que, parece, se han refugiado en Brasil.
Gentili tiene suficiente material para una nota y, con la autorización de Fernandez Risso, su jefe, parte hacia Río de Janeiro para comenzar una búsqueda poco ortodoxa acompañado de María, una colega brasileña, que incluirá encuentros con Estrella Negra, la Milicia de Pitú –un cuerpo parapolicial que controla la favela, “mal menor ante la indiferencia del Estado” para los habitantes hartos de las mafias–, narcotraficantes y una espiritista.
Mientras tanto, en Buenos Aires, el abogado Mariano Márquez (personaje conocido en la ficción de Sietecase) recibe a la diputada Fernanda Minetti, hija de desaparecidos, que acude para que investigue y reúna pruebas que demuestren que el general Martín Belziuk es el asesino de sus padres. Para el controvertido abogado, la justicia es darle a cada quien lo que se merece, y no sólo se refiere a condenas.
Estas dos tramas paralelas tienen narradores y tiempos diferentes. Uno omnisciente, que cuenta en pasado la intriga del abogado. Gentili, en cambio, narra en presente y en primera persona. Le gusta dar cátedra sobre algunos temas, lee Moby Dick y recita versos en cuanto la oportunidad se lo permite. Sietecase afirma que su protagonista tiene su mirada, y sin duda también, por momentos, su voz. Ambos observan críticamente el modo en que se está trabajando en periodismo. Por eso Gentili lidia con un jefe editorial que privilegia intereses de los poderosos más que el derecho a contar lo que pasa.
Es interesante notar que la mayor parte de la trama transcurre en Brasil, como si la imaginación necesitara desplazarse a otro territorio para liberar su fuerza y profundizar en el misterio. O como si las fronteras se desdibujaran en el nuevo mapa de la violencia globalizada.
La literatura percibe menos un estado de cosas que un estado de la imaginación. Y así trabaja la ficción de No me pidas nada: la violencia y lo político estructuran una trama entretenida que no excluye el amor y en la que se lleva a cabo una justicia que no se ejecuta en la realidad.
NO PIDAS NADA
Reynaldo Sietecase
Alfaguara
256 págs., $ 249