Reseña. Un hombre decente, de John le Carré
El marco biográfico de la última novela de John le Carré (seudónimo famoso de David John Moore Cornwell) establece una bisagra. En una entrevista reciente, el autor declaró que esta vez su amenaza de retirarse (hasta ahora, nunca concretada) podría ser cierta: desde fines de 2018 sabe que tiene cáncer. Sin embargo, el tono de Un hombre decente tiene poco que ver con la resignación de un hombre de 88 años: está cargado de energía, furia y un humor satírico que aflora plenamente en lo que escribe.
Nat, que se ha pasado una vida trabajando en la Oficina (el servicio secreto británico) ahora se aburre bastante con su trabajo normal. También se aburre con su fiel esposa Prue, que le ha soportado el ritmo demente de su anterior trabajo de espionaje. Pero lo llaman de regreso, para que se encargue de una oficina de agentes caótica, desorganizada. Las primeras páginas del libro desarrollan un recurso casi milenario en la narración anglosajona: un club privado, el fanatismo por el bádminton, un socio nuevo alto, esquivo, desafiante. En la cerveza compartida después de los partidos, Nat y el nuevo socio intercambian opiniones ociosas (pero ardientes) sobre la política actual. Mientras se construye el ambiente del nuevo lugar de trabajo (donde hay alguna mujer nueva, y aparece alguna ex), la trama se va espesando.
Respecto del desarrollo de la novela, lo que aparece es una recreación del cambio producido por la experiencia acumulada y el tiempo en la vida del autor. En las épocas de la Guerra Fría, Le Carré solía ejercer con maestría una visión dura, deprimente y sarcástica del trabajo del espionaje, con algo del estilo literario de, por ejemplo, Graham Greene. Aquí, en cambio, cuando no tiene nada que perder, se entrega a un humor más anárquico y radical.
El equilibrio reside en el cuidado que pone en construir la nueva trama. Incide el peso de la nueva Rusia, sobre cuyo líder comenta: "Putin esboza con desenvoltura su orgullosa sonrisa de carcelero". Los apuntes sobre Trump, y el modo en que el Brexit se va devorando la vida cotidiana de los ingleses, son otros centros cruciales. Ya que sale a jugar con los botines de punta, se mete también en cuestiones afectivas o sentimentales. De un personaje homosexual cuenta: "Serguei ha preguntado […] a Denise, su guardiana, si aceptaría casarse con él […]. Denise sospecha que Barry ha encontrado a otro y que Serguei, en lugar de asumirlo, ha decidido ser heterosexual. Las perspectivas de unión son, sin embargo, escasas. Denise es lesbiana y tiene mujer". De su propia historia afectiva, al reencontrarse con una antigua ex, Nat dice con paciente filosofía: "Soy un antiguo amante y mi sitio está en el suelo de la sala de montaje, junto a todos los demás".
La trama, cada vez con más hilos, avanza con la salud del humor y la furia. Hacia el final alcanza una velocidad de comedia de enredos, y ata los hilos sueltos con facilidad casi excesiva. Pero ya es tarde para arrepentirse. El lector siente que ha leído uno de los mejores y más imprevisibles libros de Le Carré.
Un comentario sobre el título. En inglés el libro se llama Agent Running in the Field (Agente sobre el terreno), a partir de una frase del propio Nat: "… soy agente sobre el terreno, no burócrata, ni trabajador social". La versión castellana, ese sorprendente Un hombre decente, surge de otra frase de Nat, aunque marca el libro con un peso moral –podría decirse moralista–, que la obra no tiene en absoluto. Salvo que se lo tome como una ironía. Como si el traductor fuera, de algún modo, otro ambiguo agente doble. Pensándolo bien, es posible que el libro se venda un poco más a partir de esa ambigüedad que con el título que define meramente un modo de ejercer un oficio.
UN HOMBRE DECENTE
John le Carré
Trad.: Benito Gómez Ibáñez
Planeta
367 páginas, $890