Reseña: Porque escribí, de Enrique Lihn
En uno de sus libros sobre psicomagia, el dramaturgo y tarotista Alejandro Jodorowsky recuerda la época juvenil en que Chile, su país natal, estaba cargado de vida poética. "Tuve la suerte de tener la misma edad que el famoso poeta Enrique Lihn", escribe. Con Lihn (Santiago de Chile, 1929-1988) solían emprender juntos "actos" poéticos, como caminar en línea recta, "sin desviarnos nunca". Con los años, Lihn se transformaría en uno de los grandes poetas de Chile; Jodorowsky se iría a Francia, donde pasó a formar parte del célebre movimiento Pánico.
Porque escribí, esta amplia antología poética de Lihn, aumenta sensiblemente el contenido de otra edición con el mismo título. En 2018 la Universidad Diego Portales había difundido una Poesía reunida con sus siete libros principales. Aquí, en cambio, se comienza con textos de dos libros anteriores a La pieza oscura (1963), libro clave. Este último incluirá ya varios poemas notables: poemas extensos, que mezclan imágenes complejas, en primera persona, que hablan de la infancia y el amor (y el sexo), la muerte y el tiempo. La voz entera del autor está ya ahí.
Pero conviene leer algo de Poemas de este tiempo y de otro (1953), uno de aquellos libros iniciales. "Celeste hija de la tierra" (uno de sus incontables poemas que le hablan a mujeres) comienza: "No es lo mismo estar solo que estar solo/ en una habitación de la que acabas de salir". En La pieza oscura Lihn domina ya, con la mano de un músico maestro, poemas de versos largos y geografía cambiante. Aunque son lejanos temáticamente, por momentos recuerdan los espléndidos vuelos verbales del francés caribeño Saint-John Perse.
Lihn es más autodiscutidor, más terrestre y llanamente intelectual que el europeo. Citando a Vicente Huidobro, decía que hacía una poesía "escéptica de sí misma". Fue múltiple en su arte: buen dibujante, dramaturgo, narrador, participante activo del momento cultural, autor de incontables notas críticas y crónicas. Todos esos planos ayudan a comprender su personalidad, aunque la poesía forma el tronco central de su obra.
En los años sesenta una beca le permitió instalarse en Europa, después en La Habana y la Casa de las Américas, en pleno imperio de Rayuela y del boom latinoamericano. A fines de los años setenta estaba otra vez en su país, y escribió una frase citada hasta el aforismo: "Nunca salí del horroroso Chile". Más metafísico, remataba: "Nunca salí de nada". Durante los ochenta, en "Yo el libro", especificó: "También el cuerpo se descompagina/ porque lo hojeen distraídamente/ Soy un imbroglio de maltratado papel/ entre las manos de una lectora poco atenta/ un magazine en una sala de espera/ que irá a parar en unos días más/ a la bolsa negra de polietileno".
Mientras se convertía en una de las voces centrales de la poesía latinoamericana (y en lengua española) Lihn cambiaba de eje, se movía, incomodaba o hacía sonreír con un humor insidioso, irónico: "Salvo honrosas excepciones las poetisas uruguayas/ todavía confunden la poesía con el baile/ en una mórbida quinta de recreo,/ o la confunden con el sexo o la confunden con la muerte". Entretanto "Porque escribí" (el poema) se alzaba como un manifiesto personal: "Porque escribí no estuve en casa del verdugo/ ni me dejé llevar por el amor a Dios/ ni acepté que los hombres fueran dioses/ ni me hice desear como escribiente/ ni la pobreza me pareció atroz/ ni el poder una cosa deseable".
Habló mucho y desde distintos ángulos de la muerte. Como ocurre con regularidad, la vieja dama lo alcanzó. Cuando se produjo el comienzo del encuentro, la enfermedad, la enfrentó escribiendo. "Diario de muerte" es su último libro, el desafío hecho hueso: "Me llevas al centro de mi laberinto, a mi monstruo/ no para que lo mate, sino para que lo vea", le dice a Ariadna.
PORQUE ESCRIBÍ
Por Enrique Lihn
Fondo de Cultura Económica. 417 páginas. $ 1750