Reseñas. Nación Vacuna, De Fernanda García Lao
¿Qué habría pasado si la Argentina hubiera triunfado en la guerra de Malvinas? A medias, la nueva novela de Fernanda García Lao (Mendoza, 1966) es una excursión a un género poco frecuentado por la literatura actual, excepto quizás por Dalmiro Sáenz y Federico Andahazi en el siglo pasado, y por Fogwill, con Un guión para Artkino, y por Carlos Godoy, con La construcción, publicadas en el XXI. En las ucronías, la imaginación se explaya en la reconstrucción de hechos históricos alternativos a los que fijó la realidad. “Desde que ganamos la guerra, todo se descompuso”, observa Jacinto Cifuentes, el protagonista de Nación Vacuna. Por medio de él se sabe que los invasores, al retirarse de las M, como se llama a las islas en la novela, han emponzoñado las aguas con combustible. Muchos murieron envenenados en pleno festejo y otros pocos héroes, como los considera la Junta que gobierna desde Rawson, permanecen a la espera de una solución.
Pero ¿por qué la novela de García Lao es una ucronía a medias? En vez de proyectar una realidad alternativa social completa, como sucede por ejemplo en El hombre en el castillo, de Philip K. Dick, Nación Vacuna ahonda en las circunstancias del triste funcionario de gobierno que es Jacinto. Rival de Leopoldo, el hermano plenipotenciario; hijo vegetariano de un matarife, amante infortunado y agente a desgano de una misión que intenta unir la prostitución con el patriotismo, el personaje del burócrata ofrece una perspectiva ideal para observar la realidad de un régimen donde los cuerpos de las mujeres son instrumentos de redención social. “Si no sobrevive, cosa muy probable, será elevada a Ciudadana Ilustre por Decreto. Y enterrada en las M. Punto”, se estipula.
Sin embargo, mientras el Proyecto Vacuna avanza mediante interrogatorios absurdos, protocolos y desapariciones misteriosas de las mujeres no aptas para la empresa, la historia se enfoca en las tribulaciones de Jacinto. De a poco, la ucronía se transforma en una pesadilla edípica. Están los personajes necesarios para que eso ocurra: el padre necio y (por oficio) sanguinolento, la madre ausente que regresa como psicóloga al servicio de la manipulación política, el hermano que escala en la pirámide social e incluso Mona, una mujer deseada por él y por su hermano. “Juntos, parecemos actores de una farsa mortecina”, reflexiona Jacinto en una cena donde casi ayuna (apenas le sirven una ensalada de berro mientras los demás devoran un cordero).
Como en otras narraciones de la autora, la alimentación, el erotismo y la violencia forman un trío inquietante de sentidos que migran. En Nación Vacuna, el deseo muchas veces adquiere el viso de una pasión caníbal. “Tengo ganas de comerme a Erizo. Me la imagino con manteca”, piensa Jacinto luego de probar una de las enigmáticas cápsulas de carne, preparadas quizás por la Junta con material humano descartado para la misión atlántica. Tampoco faltan los gags. “Menos mal, digo. Si no, estarías hablando sola”, reflexiona el hijo cuando la madre le comenta que quedó embarazada de él sólo por falta de planificación.
Con libros como Muerta de hambre (2005), Cómo usar un cuchillo (2013) y Carnívora (2016), García Lao demostró que es una escritora que sabe convertir el método del despedazamiento en pieza clave de una ingeniería verbal tan precisa como categórica. Nación Vacuna (en cuyo título se cifran al menos tres niveles de la historia) está compuesta de capítulos breves hechos de artilugios verbales de no más de una página, a su vez formados por oraciones que pocas veces superan las treinta palabras. Una hipótesis sobre esta nueva novela de índole especulativa de García Lao es que, por más reminiscencias literarias que ofrezca, la estrategia de composición elegida no se ajusta por completo a la grandiosidad del proyecto encarado.
Nación vacuna. Fernanda García Lao, Emecé. 196 págs., $ 289