Reseña: Los lugares, de Elvio E. Gandolfo
Experiencias de un paseante impenitente
El flâneur recorre una ciudad sin prisa ni objetivo pero con la atención despierta para apreciar los detalles y las huellas del pasado. Puede ocurrir también que la memoria de esa errancia lo lleve más allá del espacio inmediato y lo conecte con espacios íntimos, recuerdos o reflexiones generales. Esta es la experiencia relatada en Los lugares, de Elvio Gandolfo, libro que juega con la autoficción.
Organizada en tres partes, cada una tiene un narrador distinto según el punto de vista, recurso que distancia y enriquece: "En primera: Belgrano"; "En segunda: Frankfurt"; "En tercera: Ciudad Vieja". En cada uno de los tres lugares, Gandolfo deambula algo erráticamente por un barrio o una ciudad que, recordados más tarde, conforman una experiencia compleja, hecha por sustratos. Como el día en que caminó algo desorientado por el barrio de Belgrano, buscando un libro de Peter Handke que había comprado por Internet. Es la ocasión de volver a ese escritor, a la biblioteca personal y a cuestiones de literatura argentina. "Frankfurt" relata el viaje con la delegación argentina a la famosa Feria del Libro cuando Argentina fue el país invitado, en 2010. Montevideo aparece, finalmente, en un sábado de viento que no da tregua. El encuentro con una expareja y el paseo por la Ciudad Vieja son motivos de reflexiones sobre sus relaciones, el modo de vincularse, las decisiones tomadas, una cierta felicidad.
"Camina solo, mucho más caído hacia adentro, aunque con una especie de periscopio flotante que observa". La imagen, leve y precisa, es una cifra perfecta del singular intimismo de Los lugares.
Los lugares
Por Elvio E. Gandolfo
Blatt&Ríos. 167 págs. $ 250