Reseñas. La mujer que mira a los hombres que miran mujeres, de Siri Hustvdet
Siri Hustvedt (Minnesotta, 1955) es tan perfecta que resulta inverosímil. Bellísima, inteligentísima, sensibilísima: sólo caben los superlativos. Incluyendo el de delicadísima. En esa construcción del yo que todos intentamos con resultado dispar, Hustvedt completó una tarea en que vida y obra se iluminan recíprocamente.
Ese logrado ensamble hace que los textos de no ficción de esta escritora norteamericana resulten un lugar de encuentro. Al recorrer La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres. Ensayos sobre feminismo, arte y ciencia, su última recopilación, el lector percibe la presencia de Hustvedt no sólo con sus ideas y búsquedas intelectuales sino también con sus gustos, sufrimientos y perplejidades.
Abre el volumen “La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres”, escrito para acompañar el catálogo de una muestra de pinturas femeninas de Picasso, Beckmann y De Kooning en la Pinacoteca de Arte Moderno de Munich. “¿Cómo son las fantasías femeninas de estos artistas y cómo las percibo yo?”, se pregunta Hustvedt, declarada feminista, dejando de manifiesto que su mirada no pretende objetivar las obras sino sentirlas, lo que da paso a un brillante excurso sobre las emociones y el lugar del crítico.
En una entrevista de presentación en Nueva York, su esposo, el escritor Paul Auster, comentaba con admiración que no conoce a nadie que mire las obras por tanto tiempo como Hustvedt. Esa intensidad permite hallazgos inéditos, como el detalle de que algunas de las “grandes, aterradoras y dementes” mujeres pintadas por De Kooning tienen penes. Otras observaciones son menos novedosas, pero igualmente reveladoras, como su comentario sobre el “mito heroico de Picasso”, que vincula sus búsquedas estilísticas con sus sucesivas parejas, a la manera de Enrique VIII. De Ernst Gombrich a Aby Warburg y Maurice Merleau-Ponty, Hustvedt cita los autores de referencia pero también anécdotas mínimas de su entorno, acercando el canon a la experiencia vital.
Otro ejemplo significativo es “Anselm Kiefer: la verdad es siempre gris”, en que los collages e instalaciones del artista alemán suscitan reflexiones sobre cómo entender la fascinación que permitió el surgimiento del nazismo y cómo hablar del Holocausto. Hustvedt comienza el ensayo con un recuerdo de su madre, que pasó su infancia en Noruega bajo la ocupación alemana y que, décadas después, instalada en Nueva York, reacciona indignada ante un hombre disfrazado con un uniforme nazi. También están allí Theodor Adorno y Heinrich Heine, claro, para confirmar que el cruce entre lo erudito y lo personal es una marca de estilo.
Pero el encuentro con la autora se hace más íntimo, inesperadamente, en sus textos sobre ciencia. Porque Hustvedt escribe sobre psicología y psiquiatría desde lo vivido. En “El yo escribiente y el paciente psiquiátrico” cuenta su trabajo en una clínica de Nueva York donde dictó talleres de escritura para adolescentes y adultos. Es un texto de gran profundidad, que transforma el análisis de una estrategia terapéutica en una meditación sobre la subjetividad. Vale recordar que Hustvedt publica regularmente en la revista Psychology Today y que en 2011 fue invitada a dictar la conferencia Sigmund Freud en Austria.
También se destacan “Lloré durante cuatro años y cuando paré estaba ciega”, en que el impacto del sufrimiento en refugiadas de Camboya abre una indagación sobre la histeria; y su propuesta sobre “La importancia de la filosofía en las cuestiones del cerebro” para recordarnos que no todo es neurociencia cuando se trata de la mente. En la mejor tradición freudiana, pero apoyándose en las últimas investigaciones, Hustvedt hace autoanálisis de un episodio de temblores que padeció tras la muerte de su padre.
El acercamiento de Wim Wenders a la bailarina Pina Bausch, la muestra de Robert Mappelthorpe curada por Pedro Almodóvar, el ya clásico trabajo de Susan Sontag sobre la pornografía, la relación entre novela y cognición son otras encrucijadas en que Hustvedt practica su capacidad para conectar culturas. Podría decirse que de la literatura trae el gusto por el detalle y la narración, de la ciencia el trabajo colectivo y la exposición metódica. Pero sería disecar un estilo como una mariposa: fijarlo lo mataría. Es mejor dejarse llevar.
LA MUJER QUE MIRA A LOS HOMBRES QUE MIRAN A LAS MUJERES. Siri Hustvedt, Seix Barral, trad.: Aurora Echeverría. 446 páginas