Reseñas: El oficio del mal, de Robert Galbraith
La jugada tiene antecedentes ilustres como Benjamin Black -seudónimo de John Banville- y Vernon Sullivan, autor inventado por Boris Vian para escribir novelas negras que terminaron vendiendo mucho más que sus propios libros. Es cierto que cada caso es un mundo, y éste en particular tiene más de una vuelta. Robert Galbraith es el seudónimo elegido por J. K. Rowling para sumergirse en el género policial a partir de la pareja conformada por el detective Cormoran Strike -hijo ilegítimo y no deseado de una estrella de rock y una groupie que murió de sobredosis cuando él tenía sólo veinte años- y Robin Ellacott, su humilde pero competente ayudante femenina que empezó a trabajar con él casi por error y que, sin embargo, le salvó el negocio en su peor momento.
Después de La llamada del cuco y El gusano de seda, el tercer libro de la serie, El oficio del mal, arranca cuando Robin recibe un misterioso paquete con un contenido inusual: una pierna de mujer que si bien está dirigida a su ayudante, parece aludir al propio Strike, que perdió una pierna durante una explosión en Afganistán.
Mientras los medios de comunicación casi no se fijan en otra cosa que no sea el casamiento de Guillermo de Cambridge y Kate Middleton en la Abadía de Westminster, una serie de crueles homicidios empieza a salpicar, en el cruel mes de abril de 2011, tanta blancura aristócrata.
Los asesinatos tienen en común la implementación de una logística sofisticada que incluye el despedazamiento de las víctimas mediante el uso sistemático de un cuchillo y un machete. Es por eso que la prensa, sin demasiada originalidad, bautiza al criminal como "Jack el destripador del siglo XXI". Entre páginas web con foros donde se mezclan casos de BIID -trastorno que se basa en el deseo tener amputadas una o más extremidades- y otros usuarios con acrotomofilia -que es el deseo sexual por alguien que ya tiene algún miembro amputado-, la pareja de detectives se distancia de las hipótesis de la policía y decide ponerse a investigar por su cuenta a tres sospechosos, tres sujetos que, además de tener el estómago para realizar esos atroces asesinatos, también tienen alguna razón para intentar destruir la carrera de Strike, detective fanático de los kebab y fumador de Benson & Hedges, cuya popularidad está en alza luego de haber resuelto dos resonantes y complicados casos: el de la supermodelo Lula Landry y el del escritor Owen Quine.
El triángulo de sospechosos lo conforman Jeff Whittaker, el sádico padrastro de Strike, acusado de haber asesinado a su madre; Donald Laing, un sociópata astuto que pasó dieciséis años en prisión gracias a una prueba aportada por el propio Strike, y Noel Brockbank, pedófilo serial que se las viene ingeniando para escabullirse de la justicia a pesar de los esfuerzos del detective por evitarlo.
Al igual que sucedió con Una vacante imprevista, la primera novela para adultos de Rowling luego del éxito de Harry Potter, no hay duda de que también en esta inmersión en el género policial (que recuerda, por otro lado, la excursión por diversos géneros que viene practicando Stephenie Meyer) abundan los lugares comunes. Ocurre con esta pareja de detectives que no puede evitar atraerse aun cuando se recuerden todo el tiempo que un affaire entre ellos no tendría ningún sentido. Pero también es cierto que esos clichés son efectivos y se digieren mucho mejor gracias a la banda sonora de Blue Öyster Cult, grupo heavy metal formado en 1967 que, con conciertos poderosos, portadas oscuras y referencias esotéricas, se ganó el inequívoco eslogan de "la banda más violenta de Nueva York". Frases de sus canciones dan comienzo a la mayoría de los capítulos e incluso obsesionan al asesino serial: "Cuanto más escuchaba a ese grupo más sentía que ellos lo entendían".
A pesar de la gran labor de investigación y la incorporación de paisajes emblemáticos de la ciudad de Londres -incluidas las sugerentes siluetas de Sherlock Holmes en la estación de subte de Baker Street-, no se ofrece en este libro el termómetro de la sociedad que, en los últimos tiempos, vienen incorporando las novelas más destacadas del género. Aun así -a pesar de que, por momentos, su violencia se vuelve bastante escabrosa-, El oficio del mal no es sólo un libro disfrutable sino, definitivamente, la mejor entrega de las series firmadas por Galbraith hasta el momento. No es poco si se tiene en cuenta que no hubo magia de por medio.
EL OFICIO DEL MAL
Por Robert Galbraith
Salamandra. Trad: Gemma Rovira Ortega. 571 págs., $ 365