Reseñas. El fantasma de un nombre, de Jorge Monteleone
Los ensayos reunidos en El fantasma de un nombre son el resultado de investigaciones sobre poesía latinoamericana y teoría del imaginario poético que realizó el traductor y crítico literario Jorge Monteleone a lo largo de varios años. Todos ellos orbitan alrededor de la pregunta que el autor formula, parafraseando a Beckett, al comienzo del libro: “¿Dónde, cuándo y quién es un poeta?”. O, dicho de otro modo, ¿quién dice “yo” en el poema? Esta interrogación se coloca en el contexto de una poesía que, a través de diversas experiencias vinculadas a la fractura del sujeto (expresada, por ejemplo, en la fórmula célebre de Rimbaud: “Yo es otro”), encuentra un yo poético escindido, disgregado en múltiples avatares que van desde su proliferación en heterónimos hasta la difuminación de sus marcas.
En el texto que abre el volumen, Monteleone recuerda una entrevista que le hizo, siendo un joven estudiante, a un Borges octogenario que ya había sabido forjar una imagen mitológica de sí mismo. Desde la intimidación ante la figura del autor hasta una peculiar forma de intimidad en el dictado de un texto, relata el encuentro según la manera en que éste quedó impreso en su recuerdo (asistido, fragmentariamente, por una grabación de la velada).
La sección titulada “Todo autor es un muerto” analiza el modo en que aparece la finitud como horizonte de escritura en poetas como Héctor Viel Temperley, Enrique Lihn o Juan Gelman. Si el primero de ellos inscribía, como en un cuerpo, signos de una “lírica terminal” (denominación que el autor toma de Tamara Kamenszain) en la agonía mística de sus poemas, al último la desaparición de su hijo lo llevará a crear una suerte de lengua propia para nombrar una ausencia innombrable. Monteleone desarrolla la idea de que toda escritura es, finalmente, testamentaria, y que escribir es ocupar el lugar de un muerto, asumir el fantasma de un nombre.
La segunda sección, “El arte de la impersonalidad”, observa distintas modalidades que encuentra el yo para permanecer diferido y potenciar, a la vez, una figura autoral. Charles de Soussens, personaje de la bohemia porteña que supo construir su propia imagen como poeta modernista sin publicar un solo libro, es colocado junto a Enrique Banchs, quien dejó de escribir deliberadamente después de cuatro libros de juventud para asegurar, en silencio, una figura de artista. Macedonio Fernández, a través de una compleja operación literaria que elude al mismo tiempo el sujeto lírico y la impersonalidad, aspira a instalarse en el espacio indecidible de lo neutro. Juan L. Ortiz es presentado como el “hombre sin biografía” devenido mito poético. En el caso de Silvina Ocampo, el análisis parte de una fotografía tomada por Sara Facio que constituye una negación del retrato, ya que en ella la escritora tapa su rostro con un gesto sintomático del extravío del yo que propicia su escritura. Finalmente, los poemas de Alberto Girri vienen a negar tanto la subjetividad como el objetivismo, al disolver la dualidad yo-mundo.
En la última parte, los ensayos agrupados bajo el título “Autorretratos del doble” analizan estrategias por las cuales el sujeto imaginario elabora las señas de una figura de autor en Idea Vilariño, Winétt de Rokha y David Rosenmann-Taub, poetas cuyas biografías se muestran lo suficientemente veladas para admitir tales construcciones a partir de procedimientos que incluyen la seudonimia y la negación radical del yo como forma paradojal de exaltarlo.
Atento a la detección de encrucijadas poéticas que suscita la relación de los diversos contenidos imaginarios, simbólicos y biográficos en los autores estudiados, Monteleone los sitúa con respecto a la pregunta inicial por el sujeto del poema. Al adherir, desde la lectura crítica, a los textos que analiza, El fantasma de un nombre consigue limar las asperezas académicas con ensayos sobre poesía que resultan, ellos mismos, poéticos.
EL FANTASMA DE UN NOMBRE
Jorge Monteleone
Nube Negra
284 páginas
$ 280