Reseñas: Diario francés, de Arnaldo Calveyra
Antes de establecerse definitivamente en París, Arnaldo Calveyra (Mansilla, 1929-París, 2015) emprendió en 1959 un primer viaje a Francia, del que resultó este Diario francés(Vivir a través de cristal, dice el curioso subtítulo), donde recoge las impresiones escritas durante más de un año y medio.
Si bien el formato se ajusta a lo que de común tiene el género “diario de escritor” –en tanto puede contener variedad de registros que obedecen al carácter o espíritu del autor, los hechos de los días vividos, las motivaciones de la época que se ven retratadas en sus páginas–, no es menos cierto que en Diario francés ya aparece entero el poeta de libros futuros como Maizal del gregoriano o Diario de Eleusis, poniendo en tensión su carácter póstumo.
En el texto preliminar, fechado en La Plata y en 1960, Calveyra escribe: “Un testimonio sólo es verdadero en el momento de ser pronunciado o escrito; es sólo por hacernos un nido, es ese más aquí de la verdad que hemos de publicarlo más tarde”. Dicho esto, no queda sino un estado de cierta sospecha como aliado de la lectura, el interrogarse por ese “más aquí de la verdad” del que habla el poeta.
En su estilo inconfundible, el uso en el subtítulo de la preposición “de”, y no, “del”, no es menor. Esa variación introduce el mundo en el yo del poeta, los confunde, los vuelve uno. Esa vida vivida a través abre el punto de observación por el cual ha pasado el ojo de Calveyra, como si todo mirar fuese, para él, tejido vítreo, ventana u observatorio diáfano que funde el ojo, lo mirado, y la sustancia transparente del, ahora sí, cristal con que se mira. Y si bien Calveyra previene acerca del peso que pueda tener la verdad en un testimonio escrito hace tantos años, afortunadamente, el lector termina por hundirse en el discurrir de su primer viaje a París.
Las siete partes que forman Diario francés no difieren demasiado en cuanto a tono o tema. Apenas si registran el paso del tiempo entre el comienzo del viaje y el regreso a la Argentina. El conjunto destila la misma sensación o efecto de lectura de Maizal del gregoriano, por dar un ejemplo de su obra madura, y que Calveyra condensa en una frase de Diario...: “Aquí y en otra parte”. El poeta logra ese efecto con un artificio que en modo alguno revela. Imposible saber cómo en un abrir y cerrar de ojos, sin haber pasado de párrafo o frase, sin aviso previo, Calveyra hace que el lector se traslade de París a su pueblo natal, Mansilla, en Entre Ríos. Hay un continuo espacio-temporal, una puesta en suspenso de las coordenadas del mundo, parte de la marca indeleble del estilo de Calveyra.
En las casi trescientas páginas del volumen, el poeta pone a prueba una vez más las particularidades de la lengua castellana pasadas por el filtro de su voz. Diario francés funciona como testimonio y poema, rumor de obra en construcción y epifanías prodigadas sin retaceos; retratos entrañables de amistad; cartas, figuras de su obsesión como el Sputnik, o París, ciudad a la que retrata como una especie de capital universal del sentir y vivir de provincias, a tal punto que lo lleva a definir: “París es la ciudad donde puede escribirse (o reescribirse) el poema nacional de cada país”.
Entre los motivos que el diario reitera, está la reflexión sobre el presente de la Argentina de entonces. Y allí no escapa su visión crítica sobre el peronismo, visión no desligada de la misma acritud propinada hacia las élites que dieron forma a la matriz del país desigual. En una carta entrañable dirigida a Victoria Ocampo reflexiona: “Usted sabe que no hay restauraciones; que la clase que posibilitó a Perón es, en gran parte, su clase de origen: las grandes extensiones dejadas sin cultivar para la cacería del ciervo mientras los trenes pasaban por entre esos campos repletos de ‘cabecitas negras’ en busca de trabajo en la ciudad”.
Diario francés es un libro indispensable para seguir de cerca el recorrido vital de Calveyra, sus preocupaciones estéticas, su profundo humanismo, a la vez que hace evidente las invariables de una escritura, la madurez de su estilo cuando por entonces apenas había publicado Cartas para que la alegría, su primer libro de poemas.
DIARIO FRANCÉS
Arnaldo Calveyra
Adriana Hidalgo
284 págs., $ 390