Reseñas. Coro, de Angélica Gorodischer
El primer cuento del último libro de Angélica Gorodischer (Buenos Aires, 1928) empieza así: “Lo que pasa con vos es que no pensás más allá”. La frase podría considerarse el anuncio de una propuesta narrativa. Los relatos de Coro presentan una búsqueda de trascendencia que, además de una indagación metafísica del tiempo, el espacio y el ser, comprende un recorrido que, por diferentes vías, atraviesa los límites de la materia, la razón y el realismo. El lenguaje es la herramienta siempre presente para ir “más allá”. Se ensanchan los sentidos al mismo tiempo que las palabras proclaman su sonoridad y participan de aliteraciones lúdicas. Coro adelanta sus intenciones poéticas desde los títulos de los doce relatos, sostenidos por un mismo fonema inicial: “Casa”, “Caza”, “Coso”, “Caso”, “Cosa”, “Coto”, “Cusa”, “Casi”, “Cala”, “Cura”, “Cara” y “Cruz”.
En “Casa”, la narradora descubre una misteriosa caja que contiene unos manuscritos antiguos escritos en una lengua desconocida. La oscuridad inicial genera una pregunta que hará de la barrera lingüística una llave: ¿qué es leer? “La esencia de leer es la letra”, y “meterse” en ella es avanzar hacia una revelación. Como si se tratara de descomponer el sentido, meterse en sus pliegues, la letra configura una especie de aleph: “Quiero decir que entré en cada letra, me dejé llevar por la tinta tintura pintura y choqué contra las manos ahuecadas que las habían trazado furiosamente escritas como el dibujo sangrante del prisionero, decir que desde cada letra desde cada segmento de letra vi el mundo y en cada letra el mundo era otro y el mismo”.
“Coso”, dice la narradora del tercer relato. Su abuela le transmitió el saber de la costura. La práctica le otorga una pericia que va acompañada de un descubrimiento. Hay un punto de inflexión en la narración, el momento en que comienza un proyecto trascendente: “El mundo está mal cosido. Toda la desdicha, todas las lágrimas, todos los silencios, todas las envidias y los pecados. Todo eso viene de que el mundo está mal cosido”. Como una especie de dios costurero, la narradora va dando puntadas para “conseguir el orden perfecto de los seres y de las cosas”. Luego de coser el tiempo, busca “la trama secreta, ésa de la que hablan los sabios, esa que está quieta, sola, muda, en el trazo de la letra”.
“Caso todo lo que quieran”, promete la narradora de “Caso”. La plena disposición no referirá a la cantidad sino a la naturaleza de lo que casa. Enfrentada a una frustrante rutina, el quiebre es similar al del relato anterior: “No me gusta, me cansa casar a la gente. Caso, es cierto, me gustaría casar otras cosas. […] ¿por qué casar siempre a parejas idiotas? ¿Por qué no casar cosas, acontecimientos, misterios, triunfos, viajes, épocas, redes, sinfonías, meses, rebuznos, eclipses, fracasos, prólogos, nacimientos y muertes?”. Una enumeración desconcertante que recuerda la que Borges atribuye a una apócrifa enciclopedia china en “El idioma analítico de John Wilkins”, e invita al Foucault de Las palabras y las cosas a preguntarse por el suelo que asila elementos de naturaleza tan dispar: “¿Dónde podrían yuxtaponerse a no ser en el no-lugar del lenguaje?”.
Para una alumna de escuela secundaria, el odio puede ser infinito, como el universo. En “Cruz”, el desplazamiento sutil del punto de enunciación transforma una fantasía criminal en el relato de un homicidio. Pasar de la mera pasión a la acción conduce a la narradora al nirvana, estado en que el tiempo se vuelve relativo. Por su desarrollo argumental completo, “Cruz” se diferencia del resto de Coro, donde los personajes y sus circunstancias son casi una excusa para el despliegue soberano de la fantasía (surrealista, metafísica, borgeana) y el juego lingüístico, un terreno en que Gorodischer se mueve con una destreza que invita a preguntarse cómo es que después de una prolífica trayectoria literaria su prosa aún no se ha vuelto verso.
Coro, Angélica Gorodischer, Emecé. 136 páginas. $299