Reseña: un hombre sin patria, de Kurt Vonnegut
Entre Kurt Vonnegut y Fogwill hay un parecido físico insoslayable. Caras flacas y huesudas, ojos saltones, pelo abundante y crespo. Arrugados los dos como hombres de mar y lenguaraces aún en la vejez, saltaron a la fama con novelas de guerra. Poco importa si una transcurre en una ciudad alemana (Matadero 5) y la otra en unas islas perdidas del Atlántico Sur (Los pichiciegos); los soldados en ambos casos eran niños.
Décadas después de haber sobrevivido al bombardeo aliado de Dresde, Kurt Vonnegut (Indianápolis, 1922-Nueva York, 2007) seguirá militando su antibelicismo en Un hombre sin patria, un conjunto de textos breves que combinan la anécdota, la opinión política y la autobiografía. Sin solemnidades y con un desenfado que desborda cualquier categoría literaria, Vonnegut, que a los 82 años sabía perfectamente quién era –un germanoamericano nacido en familia de artistas, un socialista capaz de burlarse de Marx, un humanista que admira el Sermón de la Montaña pero desconfía de los mandamientos, un ecologista que aborrece los combustibles fósiles y fuma como una chimenea– dispara con munición gruesa contra George W. Bush, tratándolo de alcohólico, psicópata y de haberse rodeado de “la flor y la nata de los universitarios mediocres de Yale”, seres “congénitamente discapacitados” que llevarán al planeta a un colapso total.
Si hay algo que queda claro en Un hombre sin patria es que su autor no adhiere a la corrección política. Hay en sus palabras una provocación clarividente y sostenida, una vitalidad que desafía al miedo y una libertad envidiable, vehemente, sin atenuantes, que se permite esa mezcla de humor y prejuicio que hoy la pacatería biempensante cancelaría sin el menor escrúpulo: “Cometí un gran error licenciándome en antropología, porque no soporto a la gente primitiva, es tan estúpida.”
Con una antojadiza facilidad para cambiar de tema y una furia decorosamente encauzada, los textos parecen haber sido escritos para ser vociferados en un show de stand-up, o confesados en un documental mano a mano con Scorsese, como lo hizo Fran Lebowitz –otra demócrata desencantada– en medio de las carcajadas mudas de su entrevistador.
Aunque resulte paradójico Un hombre sin patria es un libro apocalíptico que transmite optimismo y su autor, un pesimista esperanzado. En otras palabras, Bush podrá ser un monstruo, pero Vonnegut no pierde la fe y retruca: “Los Estados Unidos que yo amaba siguen existiendo en las mesas de entrada de nuestras bibliotecas públicas”.
Un hombre sin patria
Por Kurt Vonnegut
Compañía Naviera Ilimitada. Trad.: Daniel Cortés Coronas
124 páginas. $920