Reseña. Théa, de Mazarine Pingeot
Llevar el nombre de una biblioteca no debe ser fácil, menos aún si se trata de Mazarine, la biblioteca pública más antigua de Francia. Cuando el nombre fue además elegido por padres que iniciaron allí una relación clandestina se torna casi una fábula. Mazarine Pingeot (Avignon, 1974) es, si algo faltaba, la "hija escondida" que el ex presidente francés François Mitterrand decidió dar a conocer cuando supo que estaba a punto de morir.
Pingeot es hoy filósofa y escritora. Tal vez no sea casual que gran parte de su literatura y de su trabajo filosófico estén dedicados a problematizar cuestiones como la identidad y el secreto. Théa es la decimotercera novela que publica. En ella narra la historia de una estudiante de letras parisiense que escribe una tesis sobre la búsqueda de los orígenes. Su concentración se ve interrumpida cuando se enamora de un exiliado argentino, sometido a la culpa de ser un sobreviviente. El encuentro la impulsa a conocer, además, el pasado de su padre en la guerra de Argelia.
Comienza la década de 1980 –el gobierno socialista de Mitterand acaba de asumir– y es hora de sacar a la luz la responsabilidad de Francia en Argelia. También de discutir la paradoja de haber entrenado las dictaduras latinoamericanas en técnicas de tortura y desaparición y, a la vez, ser receptivo a la hora de acoger a las víctimas. Théa tiene la gran virtud de estar construida sobre una cadena de incertidumbres que, más que solucionarse, se multiplican. Y una falla: la autora parece demasiado preocupada en demostrar, además de su capacidad como lectora, que ha cumplido bien con su tarea.
Théa, Mazarine Pingeot, Alfaguara.Trad.: Alan Pauls. 320 páginas $ 399