Reseña: Teoría del ascensor, de Sergio Chejfec
Si bien Sergio Chejfec (Buenos Aires, 1956) se dedicó a pensar la literatura en todos sus libros, más allá de géneros, más allá de argumentos y situaciones narrativas; si bien incluso uno de ellos está dedicado a la obra de un poeta argentino (Sobre Giannuzzi) y otro al lenguaje digital y la letra manuscrita (Últimas noticias de la escritura), el flamante Teoría del ascensor es el que mejor y más exhaustivamente expone sus reflexiones literarias. Llamar a esa faceta “no ficción”, sin embargo, sería, más que impreciso, ir en contra del propio programa estético del autor.
Un vistazo al índice onomástico deja en claro la amplitud de referencias, el vasto campo de maniobras sobre el que Chejfec opera su máquina de leer libros, ciudades, películas, personas, espacios y objetos. De Antonio Di Benedetto y Juan José Saer a Franz Kafka y W. G. Sebald, en prosa; de Mercedes Roffé y Francisco Bitar a Igor Baretto, en poesía; de Buenos Aires a Caracas y Nueva York; de consideraciones sobre el estatuto de la ficción a otras sobre el proceso de traducción, por nombrar solo una porción muy pequeña de todas las entradas. Teoría del ascensor está hecho a partir de retazos (artículos, conferencias, prólogos, ensayos y relatos escritos ad hoc) que el autor ha ido bordando en la superficie de la hoja hasta lograr amalgamarlos uno atrás de otro.
No hay introducción que abra, ni conclusión que cierre. Teoría del ascensor termina como concluye una experiencia, un viaje cualquiera. Un viaje en ascensor podríamos decir, para sustraerle al periplo cualquier carga de exotismo turístico. Y es que a Chejfec le interesa, ya desde el título, pensar la experiencia literaria en paralelo con la del ascensor; ambas consideradas experiencias de la suspensión, “promesas de tiempo extraterritorial”.
Más allá de la potencia de la imagen, tal vez el concepto central para pensar el libro –que como todo ensayo de autor, sirve tanto para leer las obras analizadas como para echar luz sobre la del propio Chejfec– es el de “literatura documental”. La ficción, confiesa, siempre le causó desconfianza. “La ficción entendida como prerrogativa del autor para escribir historias”. Es por eso que nunca fue una opción plena para él, a pesar de haber publicado novelas.
¿En qué consiste la literatura documental? En una disposición “de tipo espiritual, una actitud empática del narrador, o de la narración en general, hacia los objetos físicos, situaciones empíricas o documentos flagrantes en general que se van encontrando en los relatos”. Enseguida aclara que con eso no se refiere a “recuentos de tipo clasificatorio ni a la retórica de las enumeraciones, tampoco a los usos ambientales de los detalles concretos, si no más bien a lo opuesto”.
Según su punto de vista, la mirada documental restituye “algo del artilugio que no debe perder la ficción, aunque casi siempre pierde por la fuerza de las convenciones en las que en general se apoya, en constante y progresivo agotamiento”. Y va más allá cuando sugiere que es la única opción literaria para que las experiencias asociadas a la “primera persona” mantengan una presencia no amenazada por la irrelevancia. Pero nada más lejos de su idea de “documental” que la del espejo que refleja lo dado. Teoría del ascensor, de hecho, tiene pocas frases tan tajantes como esta: “Detesto ver la realidad organizada como literatura, desprecio lo claro y lo explícito”.
El concepto acuñado o al menos propugnado por Chejfec desde hace unos años resulta productivo no solo a la hora de leer la literatura contemporánea, sino además como herramienta programática a la hora de escribir. Una escritura que desconfía de categorías como ficción, ensayo o crónica pero que no se contenta con definirse a partir de la negativa (como la así llamada “no ficción”). Por el contrario, la de Chejfec es una apuesta doblemente afirmativa: por una literatura (“un discurso que nadie espera porque en principio parece innecesario”) que, como quería Francis Ponge, también quizá Giannuzzi, antes que nada esté del lado de las cosas.
TEORÍA DEL ASCENSOR
Por Sergio Chejfec
Entropía. 216 págs., $ 290