Reseña: Tebas Land, de Sergio Blanco
Escrita hace cinco años, Tebas Land, del dramaturgo franco-uruguayo Sergio Blanco (Montevideo, 1971), fue publicada recientemente y llevada al escenario con la lúcida dirección de Corina Fiorillo. En torno al tema del parricidio, la obra se plantea como una puesta en abismo en la cual se entrecruzan múltiples planos de representación. S., el protagonista, parece ser un avatar del propio Sergio Blanco. En clave de autoficción, escribe una obra que narra el proceso de escribir una obra.
Además de S., el dramaturgo de nombre kafkiano que, para replicar significantes, viste una remera con la S de Superman, hay otros dos personajes, representados por un mismo actor: Martín y Federico. Martín es un parricida a quien S. va a visitar a la cárcel con el objetivo de obtener material para una obra de teatro. Federico es el actor que hace de Martín en los ensayos de dicha obra. Se alternan los encuentros en la cancha de básquet del centro penitenciario y los ensayos en el teatro, en una sucesión de reflejos que vuelve problemático su vínculo conceptual. El original actúa sobre la copia y viceversa. Lo verdadero y lo falso buscan volverse indiscernibles. Es por eso que el cuaderno de notas en el que S. apunta ideas después de cada encuentro con el parricida está incluido, con la fidelidad del facsimilar, al final de la obra, como documento que testificaría la realidad de la historia narrada.
A través de la representación, S. practica un desplazamiento del plano ético del parricidio hacia un plano estético. Compara las fotografías del expediente jurídico del preso con cuadros de la escuela flamenca, aprecia la técnica del fotógrafo forense, observa la evidencia criminal como un ready-made. No por eso, sin embargo, disminuye la carga dramática del relato en primera persona del preso al referirse a los abusos que sufría por parte de su padre.
El dispositivo escénico es descripto como “un escenario de ensayo que representa a su vez la cancha de básquetbol de una prisión”. Como señala Federico Irazábal en el prólogo, esta indicación resulta reveladora de la estrategia que elige Blanco para superponer niveles de representación, en una tensión que no busca resolverse. Tanto el escenario como la cárcel configuran espacios de vigilancia: siempre hay guardias que supervisan los encuentros y cámaras de seguridad, mientras que la mirada del público agrega otro mecanismo de observación.
Autorreferencial, Tebas Land opta por una multiplicación de miradas y explora las paradojas que eso suscita, mientras cuestiona, con el protagonista, las fronteras de la escritura, con una pregunta que sólo puede responderse retrospectivamente: “¿Cuándo se empieza a escribir realmente un texto?”
TEBAS LAND
Por Sergio Blanco
DocumentA/Escénicas. 188 págs., $ 250