Reseña: Skyvan, de Miriam Lewin
En los primeros años de la última dictadura, las costas bonaerenses y del Uruguay vieron aparecer cadáveres que debido a la hinchazón aparentaban rasgos orientales. Estaban desnudos, algunos atados y con claras señales de heridas.
Junto con el secuestro de bebes, los vuelos de la muerte fueron uno de los recursos más siniestros y cobardes de los militares argentinos. Al arrojar al mar los cuerpos de los secuestrados conscientes o adormecidos por el pentotal o el ketalar, consumaban la desaparición sin más testigos que los mismos verdugos. Pero el río y el mar se negaron a la complicidad y devolvieron uno de cada diez cuerpos arrojados desde los aviones del Ejército que partían de Campo de Mayo, y de la Marina y la Prefectura Naval que despegaban del Aeroparque y Ezeiza.
En una ardua y brillante investigación de años a la que sumó valiosos colaboradores, la periodista Miriam Lewin fue descubriendo dónde se encontraban los bimotores irlandeses Skyvan de la Prefectura y cuatrimotores Lockheed Electra de la Marina que habían arrojado al vacío a muchos de sus compañeros de cautiverio en la ESMA. Los miércoles era el día del “traslado” en ese campo de concentración. Los secuestrados que los veían partir intuían qué escondía la palabra, pero se aferraban a su literalidad.
La documentación de un Skyvan condujo a sus pilotos, pero como les ocurrió a ella y a Horacio Lutzky en la investigación del caso AMIA y el agente secreto de la Policía Federal infiltrado en entidades de la comunidad judía (Iosi. El espía arrepentido), aquí también Lewin tuvo que evaluar cuándo y cómo presentar los hallazgos en la televisión y en una justicia que con tanta docilidad se paraliza ante los crímenes del poder. Por eso, ella y su equipo primero recurrieron a Francia. Habían descubierto que el viejo Skyvan que décadas después se encontraba en el aeropuerto de Fort Lauderdale, Florida, había despegado del Aeroparque a las 21.30 del 14 de diciembre de 1977. En su fuselaje semejante a un ataúd llevaba a las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet, a la fundadora de las Madres de Plaza de Mayo Azucena Villaflor y otras personas. Un grupo de tareas al mando de Alfredo Astiz las había secuestrado en la iglesia Santa Cruz. Seis cuerpos aparecieron en la playa de Santa Teresita a los pocos días.
Como en la historia del espía arrepentido, en Skyvan. Aviones, pilotos y archivos secretos, este relato casi novelado y recorrido por un suspenso creciente hay traidores, valientes y golpes de buena suerte como el hallazgo de la leyenda en la compuerta trasera del Skyvan de Domon y Duquet que involuntariamente sintetiza el horror de un drama que persiste: “No debe ser abierta durante el vuelo excepto bajo órdenes del capitán”.
SKYVAN
Por Miriam Lewin
Sudamericana. 240 páginas. $ 329