Reseña. República luminosa, de Andrés Barba
“El mundo infantil nos había empezado a incomodar a todos”. Quien enuncia esto es el narrador de República luminosa que, como un cronista que organiza la memoria, recuerda lo sucedido veinte años atrás (en 1993) en San Cristóbal, una ciudad tropical de provincias emplazada junto a un gran río y a la selva profunda. Al poco tiempo de haber llegado con su esposa y la hija de ésta, con un nuevo empleo como funcionario del Departamento de Asuntos Sociales, aparecieron, como surgidos de la nada, treinta y dos niños de entre nueve y doce años que parecían comunicarse telepáticamente, hablaban entre ellos un lenguaje incomprensible y durante un año y medio tuvieron en vilo a la ciudad.
El mito de la inocencia infantil que remite a una visión edénica de la infancia queda desbaratado ante esta versión más siniestra y pesadillesca de fin del siglo XX. Para los habitantes de San Cristóbal había dos versiones de la “gracia original” del infante: los propios hijos (“objetos decorativos” de una sociedad sumergida en una sensación de prosperidad) y los niños ñeê, invisibilizados por su condición indígena. A esa infancia que no ofrece disrupciones se le adicionan los “32 niños de los altercados”: niños que toman silenciosamente la calle, primero mendigan, luego roban, después aumentan su violencia y terminan asesinando a sangre fría –pero con actitud infantil– a dos personas que se encontraban comprando en un supermercado. Enseguida desaparecen y las autoridades inician una denodada búsqueda hasta que, meses más tarde, mueren en un violento accidente. Todo esto lo sabemos desde un principio, porque el narrador reconstruye los hechos con todos los elementos de que dispone, además de su propia experiencia (por su empleo debió hacerse cargo de la persecución de los niños). Artículos de diarios, libros, el diario de una niña contemporánea a los hechos publicado diez años más tarde; grabaciones, videos, fotos, testimonios de la población, rumores, versiones: todo aporta piezas de un rompecabezas que no lo es tanto. En realidad, el proceso de reconstrucción permite ver los cambios de paradigmas de varios conceptos sustanciales para la sociedad: violencia, infancia, orden, miedo. Y este es el núcleo más inquietante y brillante.
Andrés Barba (Madrid, 1975), considerado uno de los mejores narradores españoles de la actualidad, ganó con esta novela el XXXV Premio Herralde 2017. En una entrevista refiere que en su concepción influenciaron, por un lado, la traducción de los relatos completos de Joseph Conrad que hizo junto a su mujer; por el otro, el documental polaco Los niños de Leningradsky, que narra la tremenda historia de abusos, maltratos y desamparo de unos niños que viven en la estación de tren Leningradsky. De Conrad toma la desdibujada frontera entre la civilización y la barbarie; del documental, la visión de niños “que son la negación de la infancia, aunque sigan comportándose como niños”.
Con una prosa sólida, trabajada, urdida con reflexiones inteligentes y profundas, la novela de Barba desarrolla su conflicto en la calle, fuera de las paredes protectoras de las casas que habitan los niños “propios”. Los treinta y dos pequeños se adueñan del espacio público y su visión resulta insoportable, porque aunque se parecen a cualquier niño, en ellos hay algo demasiado oscuro y profundo. “Nos fascina lo que nos excluye”, afirma el narrador, y lo que excluye es lo que esos niños traen consigo, que todavía no puede ser clasificado. Su violencia, lo “salvaje” que actúan, es lo que los expulsa del halo de la “normalidad”; su violencia es obscena porque los niega como niños. Además, así como “la brutalidad de ciertas palabras puede aguardarnos durante años para reencontrarse con nosotros, tan intacta como cuando las pronunciamos”, así las miserias y tinieblas de los adultos de San Cristóbal emergen de lo más profundo. Otra cosa pasa con los chicos de la ciudad, cuya relación con los “32 de los altercados” resulta demasiado inquietante.
República luminosa es una novela extraordinaria, poco complaciente, iluminadora en su desasosiego. De las que insisten incluso después de que la lectura ha concluido.
República luminosa, Andrés Barba. Anagrama.192 páginas, $ 295