Reseña: Negro el dolor del mundo, de Marcelo Caruso
Muy de vez en cuando, los premios hacen justicia. La última edición del Premio Clarín de Novela le devolvió visibilidad al argentino Marcelo Caruso (Buenos Aires, 1958), un escritor de obra escasa y valiosa que circuló sobre todo en los años noventa.
En su reaparición, el autor de Brull da muestras de un oficio al que el tiempo parece haberle añadido una poderosa naturalidad. Su prosa parece alejarse de todo artificio y, en esa búsqueda, encuentra tanto su concentración poética como su espesura. Al margen de la solidez del estilo, el valor de Negro el dolor del mundo es su marco: la novela se detiene en una época, el siglo XVIII, en que Buenos Aires era apenas un puerto incipiente, y en una realidad particular, la de la población negra, con escasísima presencia en la literatura argentina.
Hay, además, un punto de partida original: el protagonista, Félix de Dios, es un hombre de raza negra que vive como blanco; vale decir, no solo es libre sino que posee todos los privilegios de un hijo de españoles. Este último dato no es menor, porque cuando Félix cae en desgracia es esa desconexión con otras realidades más duras, en especial la de los de su propio origen, que en cierta medida lo condena por anticipado.
La inocencia del personaje, al margen de lo que dicten sus veintipocos años, remite sobre todo a lo social. Alguien lo deposita, casi recién nacido, en la casa de un matrimonio benévolo al que se le ha negado la posibilidad de tener hijos y que no solo lo educan como uno de ellos sino que despierta, en su madre adoptiva, una vitalidad que parecía haberla abandonado. Ese milagro y otros provoca Félix, al convertirse en la atracción principal –cantando, bailando, recitando– de las veladas que se ofrecen en su casa. Un "fenómeno" que produce admiración en la mayoría pero, como es previsible, un rencor o inquina desmesurados en otros.
Sin revelar aspectos fundamentales del desarrollo de la novela, puede subrayarse que otro factor singular de Negro el dolor del mundo reside en la situación ambigua, perversa, en que en cierto momento se ve envuelto Félix y lo pone a prueba. El virtuosismo narrativo de Caruso le permite adentrarse en ese campo minado sin reducirlo, observándolo en toda su complejidad. Sería extraño que el lector no se viese reflejado en las resonancias de la historia y que abandonase la novela sin el notable sabor amargo de esa vuelta de tuerca.
NEGRO EL DOLOR DEL MUNDO
Por Marcelo Caruso
Clarín/Alfaguara. 265 páginas. $ 749