Reseña: Moronga, de Horacio Castellanos Moya
Una historia de control y violencia
La lucidez, la ironía, el sentido del humor y la voluntad de indagación en El Salvador, ese país que tanto le duele (Castellanos Moya nació en Honduras, pero es salvadoreño) son parte de su estilo. La novela Tirana memoria (2008), que usó y reformó el modelo de la novela histórica para abarcar la historia centroamericana reciente, podría considerarse una culminación de esos rasgos. Además, amenazado en su país, ha vivido en sitios tan distintos como Alemania, Japón y Estados Unidos, cada uno de los que le dio nuevos tonos y caminos a su máquina literaria.
Moronga es su novela extensa, pero también directa, acotada en el tiempo y el espacio. Por primera vez los personajes permanecen todo el tiempo en Estados Unidos. La apuesta parece construir protagonistas con personalidades opuestas.
El primero, José Zeledón, es retraído, controlado, con hábitos bien actuales (ver series y películas, cumplir meticulosamente con un trabajo menor). Sin embargo, es una de las tantas esquirlas humanas que dejó la brutal guerra civil salvadoreña, y por dentro está trabajado por tensiones y culpas tremendas. Vivió en Texas, y en la historia se muda a una pequeña ciudad universitaria, Merlow City, donde lo espera el puesto de chofer de un micro escolar. A pesar de su aparente serenidad, despierta la paranoia puritana del sistema de control norteamericano. Se pone en contacto con un ex combatiente como él, residente en otra ciudad, el Viejo, de quien espera indicios u órdenes. Cuando se acerca el momento en el que todo indica la tensión interna, invisible, se volcará hacia afuera, empieza la segunda parte.
Erasmo Aragón fue periodista, incluso fundó un diario en El Salvador, que fracasó rápida y estrepitosamente. El autor reconoció con humor que la personalidad laberíntica del personaje (cierta constante excitabilidad erótica, su sentido persecutorio) tiene puntos de contacto con rasgos propios. Pero no son más que componentes de un enfoque literario cuidadoso y gozoso a la vez. Aragón está en Estados Unidos para viajar a Washington para consultar documentos recientemente desclasificados sobre la muerte de Roque Dalton, poeta nacional de El Salvador, ajusticiado por la propia guerrilla de la que formaba parte. En ellos puede haber secretos al fin visibles.
Otros hilos de la trama intervienen en la narración: la pareja mayor que le alquila una habitación, una niña adoptada salvaje, tan demoníaca como si hubiera salido de una novela de Stephen King. Más un par de mujeres donde el deseo se mezcla con la desconfianza, con las redes de vigilancia automática o institucional que destilan su propio veneno.
Cuando empiezan a acercarse el final, el lector puede sorprenderse por la calma dominante en el relato, pero un epílogo de menos de cuarenta páginas ("El tirador oculto") muestra que la superficie de esa sociedad de control no es más que una ilusión. Diversas líneas argumentales se cruzan y estallan, aunque contadas por medio de informes oficiales y mapas. Son la manera de narrar la acción que se desencadena al fin, no exenta de complejidad, en unos pocos minutos. Por suerte el lector cuenta con el dominio de Castellanos Moya que permite captar la trama oculta.
Moronga
Por Horacio Castellanos Moya
Random House355 páginas$ 429