Reseña: Los ojos vendados, de Siri Hustvedt
La primera obra de un escritor suele contener los gérmenes de un estilo. Siri Hustvedt (Minnesota, 1955) tomó como inicio de carrera un camino menos evidente en Los ojos vendados, novela de 1992. Una estudiante de literatura, Iris Vegan, narra cuatro episodios inquietantes que vive en Nueva York en la década de 1970. El comienzo es en realidad lo que ocurre en último lugar: un profesor le encarga grabar, en susurros, la descripción de una serie de objetos que pertenecieron a una mujer muerta. Algo se oculta detrás de esa petición, pero no va a ser el único enigma. En los cuatro fragmentos que componen la historia, Iris se cruza con hombres que percibe como turbios. Esa característica, que perturba la tranquilidad mental de la joven, se repite y forma una galería de seres opacos, con actitudes que ella intenta descifrar acercando la trama al suspenso. La tensión confiere al relato una sensación de irrealidad que amenaza la verosimilitud de la historia. Sin embargo, al igual que Esther Greenwood, la protagonista de La campana de cristal de Sylvia Plath, la voz de Iris refleja los mandatos que, silenciados por una aparente libertad, la llevan al desmoronamiento.
La lúcida capacidad de observación de Los ojos vendados adelanta, de todas maneras, la futura carrera de Hustvedt, hoy consagrada como escritora feminista, experta en temas de neurociencia, psiquiatría y arte. Basta leer los ensayos del reciente Las mujeres que miran a los hombres que miran a las mujeres para comprobar una de las virtudes de su prosa: su habilidad para ir de la imaginación al análisis como si fueran dos fuentes que se retroalimentan.
Los ojos vendados
Por Siri Hustvedt
Seix Barral. Trad.: C. López de Lamadrid. 237 págs./ $ 319