Reseña: Los ojos cerraré en ensueño lerdo, de Vicente Palermo
El politólogo y sociólogo Vicente Palermo (Buenos Aires, 1951) cuenta con una asentada trayectoria en el terreno del ensayo y la investigación académica. Sin abandonar del todo los temas de historia política argentina reciente que suelen ser su tema, en este volumen se aventura en la ficción: “Son todos cuentos”, como se lee en una lacónica introducción.
Los 47 relatos breves (algunos brevísimos) que conforman Los ojos cerraré en ensueño lerdo encuentran sus coordenadas en un plano cuyos ejes son el amor y la política. La intimidad de la vida doméstica, entre la efervescencia de las fantasías inconfesadas y la constatación palmaria del hartazgo, por un lado, y la reminiscencia de una militancia política que parece tener mucho de autobiográfico, por otro, definen el territorio en el que se dirime la narrativa de Palermo.
Sobrios, elusivos, a menudo elípticos, los cuentos se construyen sobre la osamenta mínima del giro argumental. Pero la sorpresa, la mayoría de las veces, es que no hay sorpresa. Como en “Que el cuerpo sea”, donde una llave sirve para abrir un escondite en el que se descubren restos triviales de lo que ya se conoce. “No podemos resignarnos del todo a ser del único modo que podemos ser”, se lee. Los desenlaces, a su vez, consisten en digresiones repentinas, desvíos, súbitos cambios de tono, cuando no disoluciones sin resolución, fundidos que dejan en evidencia lo que ya fue dicho, volviéndolo extraño. Se dice de la protagonista de “Autontimerumenos”: “El final sin catástrofe la colocaba en una desconocida incertidumbre”.
Lo mismo vale para el modo en que terminan los cuentos, a veces simples anécdotas, diálogos o, cuando el humor hace su aparición en forma de guiño, chistes en sordina.
Solapadas referencias en forma de nombres propios (el Almirante Rojas, la CGT de Ubaldini, Balbín, Illia, Perón), fechas (1974, 1975) o lugares (Ezeiza, Plaza de Mayo) constituyen cifras de época, que sugieren de soslayo un horizonte histórico para las situaciones que se relatan. Algunos personajes saldan cuentas con su pasado (“Un ser inferior”), vuelven a él para retomar el hilo de una historia inconclusa (“Hubris”) o encuentran, en los recuerdos, motivo para la narración (como en “Amaducci”, donde una fellatio funciona como marco para un relato de infancia). A su vez, el tiempo histórico es tematizado, de manera explícita, en “Alexanderplatz”, en el que un tal Menard (no Pierre, el personaje de Borges, sino Auguste) toma la decisión de dejar de ser un contemporáneo, para lo cual debe poner en práctica una forma ra dical de olvido.
Los cuentos de Palermo son concisos, cargados de alusiones. Las situaciones que relatan condensan un estado de cosas que los excede, y allí reside su fuerza.
LOS OJOS CERRARÉ EN ENSUEÑO LERDO
Por Vicente Palermo
Aurelia Rivera. 198 págs., $280