Reseña: Las fronteras de lo humano, de María Carman
Conviene empezar por la pregunta central de este libro: ¿cuál es el umbral de tolerancia de una sociedad ante las desigualdades? O reformularla frente al espejo: ¿qué padecimientos sociales nos parecen aceptables y cuáles no? Alrededor de esas cuestiones inquietantes y actuales gira Las fronteras de lo humano, una etnografía en el sentido más antropológico de la palabra, cuya narrativa acompaña con eficacia y sensibilidad al lector en un viaje que en no pocas ocasiones resulta incómodo. Por revelador.
El libro se dedica a analizar el ambientalismo contemporáneo en dos escenarios contrastantes: por un lado, los habitantes de las villas ribereñas de la cuenca Matanza-Riachuelo, forzados a “relocalizarse” para evitar los efectos de la contaminación; por el otro, los proteccionistas movilizados en defensa de los caballos y contra los carreros (¿movimientos proequinos o antipobres?, se pregunta la autora). A la vera del Riachuelo, en reuniones de vecinos relocalizados, en las movilizaciones contra el maltrato animal, en los blogs de los defensores de los caballos algo se repite: la portación de derechos se reconoce a algunos seres –humanos y no humanos– pero no a otros, y siempre la división se da en un mismo sentido. Como dice Carman, “la dignidad no se concede a priori a los sectores populares más vulnerables, que deben dar muestras cabales de su estatura moral”.
La vía de exploración del problema es, como se dijo, la etnografía, que ha ganado popularidad en las ciencias sociales, a tal punto que casi cualquier observación participante se rotula así. Para la antropología, sin embargo, la etnografía no es una mera técnica de recolección de datos, sino una forma de construir conocimiento y una ética sobre la propia ciencia, prescripciones que Carman sigue al pie de la letra. Para empezar, en el libro hay una narración que lleva al lector por distintos escenarios y le hace conocer personajes pero, sobre todo, hace lugar a la propia autora. Como lectores la observamos mientras ella recorre esos lugares y la acompañamos en sus inquietudes y sus incomodidades. “¿Serán mejores sus vidas cuando este libro salga de la imprenta?”, se pregunta. La respuesta queda flotando en el aire y revela, aun así, la necesidad de un retrato que muestra a vecinos conscientes de que su capacidad de movilización y escenificación de su padecimiento mejora sus posibilidades de que el Estado los escuche. Y a quienes, en otros barrios, consideran las vidas de algunos animales más valiosas que las de algunos seres humanos.
Carman, que es investigadora del Conicet y desde hace varios años trabaja sobre ciudad, naturaleza y medio ambiente, es autora de las novelas Los elegidos y Pájaro de hueso, y del poemario Ganar el cielo.
En la pequeña escala que Carman recorre se dibuja un clima de época. Por ejemplo, en el énfasis puesto en la dimensión moral de las políticas públicas. Cuando describe los procesos de traducción del sufrimiento al lenguaje judicial que encaran las víctimas, cuando subraya cómo para muchos funcionarios los pobres necesitan “menos que uno” o “pueden esperar”, cuando señala cómo las disposiciones legales progresistas no se materializan en una trama estable de derechos, la autora no sólo está hablando de ineficiencia o desidia.
Y es en ese lugar –donde el equilibrio y el respeto por todas las voces no elimina el señalamiento de actitudes y políticas expulsivas y hasta indignas– donde la antropología vuelve a posicionarse como una puerta de entrada privilegiada para entender nuestra época. En tiempos de “microéticas individuales”, no parece haber muchos ejercicios más útiles que la práctica etnográfica de ponerse en el lugar del otro. Carman escribe: “Ojalá este libro pueda servir como un cuerpo de escritura para que el dolor del otro se exprese en él”. No parece un objetivo menor para ninguna ciencia social.
LAS FRONTERAS DE LO HUMANO
Por María Carman
Siglo XXI. 286 págs., $ 310