Reseña: La lucha por el pasado, de Elizabeth Jelin
¿Cómo volver del horror? Tanto a nivel personal como social (dos dimensiones escindibles sólo analíticamente), ¿cómo seguir después de episodios que superan lo tolerable? Ésa es la pregunta que da sentido al trabajo de investigadores como Elizabeth Jelin (Buenos Aires, 1941), quien desde hace cuatro décadas reflexiona sobre las violaciones a los derechos humanos en la última dictadura y las respuestas sociales a esa maquinaria de exterminio organizada desde el Estado.
La lucha por el pasado. Cómo construimos la memoria social es una recopilación, razonada y profundizada, de los textos esenciales de Jelin, doctora en sociología, investigadora superior del Conicet y referente internacional en el tema. Tiene, por eso, un alcance y profundidad especiales. También resulta un ejercicio de reflexividad de la autora sobre su propio hacer.
“Hablar de memorias significa hablar del presente”, define la autora en la introducción. “En verdad, la memoria no es el pasado sino la manera en que los sujetos construyen un sentido del pasado, un pasado que se actualiza en su enlace con el presente y también con un futuro deseado en el acto de rememorar, olvidar y silenciar”, explica, apoyándose en autores como el alemán Reinhart Koselleck.
Los tres primeros capítulos están dedicados a la historia del área de investigación. Jelin comenta brevemente los trabajos de revisión en Alemania tras la Segunda Guerra Mundial y luego narra la constitución tanto del objeto como del campo de estudio en el Cono Sur; es decir, lo que ocurrió y cómo se lo fue “descubriendo” y analizando desde las ciencias sociales.
Esa simultaneidad no es trivial. Constituye una característica central de la problemática, marcada por la urgencia por actuar y entender a la vez, explicitando motivos y construyendo sentido en un ida y vuelta entre actores sociales e investigadores.
La periodización por décadas, de los años sesenta hasta comienzos del siglo XXI, ofrece un rápido panorama de los cambios que atravesaron nuestras sociedades. El relato merece ser puesto en diálogo con textos como La cascada de justicia. Cómo los juicios de lesa humanidad están cambiando el mundo de la política, de la norteamericana Kathryn Sikkink, para tomar conciencia del impacto que las luchas por los derechos humanos en nuestra región tuvieron a nivel global.
Siguen capítulos que ahondan cuestiones específicas, como la determinación de los espacios de la memoria (con la ex ESMA como emblema), que Jelin define en términos de “marcas territoriales” que establecen un “nexo entre el pasado y el presente”.
El lugar de la mujer en relación con los derechos humanos representa un ejemplo de cómo la elaboración de la memoria va resignificando aspectos que habían quedado relegados. La violación como “práctica política” se constituyó como tópico jurídico sólo recientemente. La cuestión va desde la guerra de los Balcanes hasta, más atrás en el tiempo, las comfort women del imperio japonés: las cientos de miles de mujeres coreanas, chinas y filipinas esclavizadas para solaz de las tropas antes y durante la Segunda Guerra. Que estos abusos sean tema vivo todavía (en 2014 el papa Francisco se reunió con un grupo de sobrevivientes coreanas) muestra las dificultades para la búsqueda de justicia.
Otro capítulo sustantivo está dedicado al lugar de los familiares en los procesos de reclamo, quienes se transforman de víctimas a “sujetos de derecho”. También se pregunta por qué la ciudadanía no termina de relevarlos de esa tarea. El caso de la desaparición de Santiago Maldonado, en que los hermanos tuvieron un papel decisivo, reactualiza el interrogante.
“La idea de que a medida que pasa el tiempo el pasado está más lejos y menos presente –anota Jelin– no siempre se aplica, ya que el pasado puede ser renuente a pasar, y puede volver y actualizarse”. En síntesis: una obra ineludible para comprender, desde la Argentina, una problemática que bordea lo indecible y tiene trascendencia mundial.
LA LUCHA POR EL PASADO
Por Elizabeth Jelin
Siglo XXI. 302 págs., $ 369