Reseña. La línea del desierto, de Alicia Genovese
La línea del desierto llama Alicia Genovese (Buenos Aires, 1953) al conjunto de sus libros de poemas, igual que al más reciente e inédito hasta aquí, que se incluye en este volumen. Y es por el último libro –punto de llegada provisorio, a la espera de nuevos poemas por venir– donde empieza materialmente esta poesía reunida. Después sí, el orden cronológico es el que organiza la lectura.
¿Y qué es La línea del desierto sino suma y punto de partida para leer y volver a leer una obra que en el arco que el tiempo describe en cuarenta años no ha hecho otra cosa que afirmarse alrededor de ciertas persistencias, núcleos de sentido, y una voz que se manifiesta clara y constante en su preciso trabajo sobre el ritmo, entre la opacidad y la transparencia?
En su trabajo crítico, Genovese teorizó sobre esos opuestos complementarios, a los que definió (dicho con otras palabras) como las dos orillas entre las que navega el poema. Y su obra es testimonio consciente y temprano de esta afirmación, como puede leerse en un verso de El cielo posible (1977), su primer libro publicado: "Ahora que la oscuridad inventó el párpado", donde lo evidente, lo que puede ser entrevisto, lo oscurecido más allá del ojo conviven en la poesía, multiplicando las significaciones.
De aquel primer libro, cuyos poemas están fechados –como si Genovese decidiera darle a cada uno su partida de nacimiento– queda la certeza de una búsqueda inicial que dibuja el contorno para la obra futura. La idea de borde, frontera, suburbio toma posición para reaparecer en sus libros posteriores. Una zona que es a la vez geografía compartida y mundo interior; la vida en la periferia de la gran ciudad es vista y poetizada por Genovese sin nostalgia, lejos de lo sensible falseado o el color local, y presenta las coordenadas materiales de una memoria personal y colectiva que acompañará a la poeta en su tránsito por el mundo: los destinos futuros, que incluyen viajes, partidas y regresos; la pasión por el paisaje como cifra del mundo, entendido incluso en su versión más íntima, como lo puede ser el patio de la casa, visto a través de una puerta entreabierta, una mañana en que, "movida por el viento
una rosa tardía te recibe/ y la alfombra de hojas/ en remolinos amarillos,/ […]/ algún rugoso sepia en el aire/ donde también hace señas,/ con sus flores violáceas,/ una prímula…", como puede leerse en un bello poema de Química diurna.
Pero el paisaje no es una rígida tela inalterada, una estampa pintada, sin testigos a la vista. Se trata en todo caso del lugar dado por la naturaleza para ser habitado, el lugar donde se lleva adelante la vida en común, con sus ríos, frondas, pájaros, rutas que parecen interminables como el desierto. Los Puentes que son la sustancia del poema-libro que lleva ese nombre reúnen en sí mismos el entorno donde están emplazados y la historia que transita por ellos, una historia que se cuenta desde la intimidad de la voz y la propia vida de la poeta, tanto para la hija que escucha el hilo familiar como para la comunidad implícita en la trama que despliegan los versos.
Anónima, Aguas, La contingencia (Premio Sor Juana Inés de la Cruz, 2014) son algunas de las estaciones del itinerario poético de Genovese. Cada libro, a su modo, refleja además el tráfico virtuoso entre la literatura y la vida. Citas, referencias, relaciones se enlazan con la experiencia de la propia autora, y la tradición poética se ve revitalizada con la materia sensible del presente.
La lectura de esta obra, que viene construyéndose a lo largo de más de cuarenta años, deja a la luz los mecanismos internos que el tiempo no ha hecho más que constatar. La línea del desierto reordena esa lectura y le pone una nueva perspectiva a lo que ha de venir.
La línea del desierto, Alicia Genovese, Gog & Magog, 500 páginas, $ 550