Reseña: La hija del criptógrafo, de Pablo De Santis
Intriga cifrada en la historia de los años setenta
Una de las primeras páginas de la literatura argentina habla sobre un mensaje cifrado. En el comienzo del Facundo, Sarmiento cuenta que, camino al exilio, poco antes de cruzar la frontera con Chile, dejó escritas estas palabras: “On ne tue point les idées”. A continuación, el sanjuanino agrega: “El Gobierno, a quien se comunicó el hecho, mandó una comisión encargada de descifrar el jeroglífico, que se decía contener desahogos innobles, insultos y amenazas”. En la portada del libro, publicado cinco años después de aquel episodio, el autor provee la traducción: “A los hombres se degüella: a las ideas no”. Más allá de la libertad con que Sarmiento traduce, sigue presente en la frase una frontera que separa el mundo del pensamiento del mundo material.
En La hija del criptógrafo, la separación de estas dos esferas da lugar a una disyuntiva vital para Miguel
Dorey, narrador y protagonista de la novela de Pablo De Santis (Buenos Aires, 1963). Su relato comienza por el final de la historia, cuando encuentra muerto a Ezequiel Colina Ross, un reconocido criptógrafo. Para entonces, Miguel ya ha dejado de ser su mejor discípulo. Su primer contacto con la criptografía se produjo en 1968, con la lectura del único libro publicado por Colina Ross. Deslumbrado por la disciplina y el autor, Miguel decidió cursar algunos de sus seminarios en la UBA. Esos primeros estudios lo llevaron a la carrera de Letras, a convertirse en docente universitario y, fundamentalmente, a fundar el Círculo de Criptógrafos. Su pasión inicial son los procesos de investigación y análisis que llevaron a traducir las lenguas más antiguas, y los procedimientos utilizados para cifrar y descifrar mensajes en guerras de espionaje.
En una manifestación a principios de la década de 1970, Miguel conoce a Eleonora, una estudiante con quien comienza una relación amorosa. Ella también será parte del Círculo de Criptógrafos, cuyas reuniones y publicaciones mantienen activos a sus escasos miembros. Miguel tiene un interés especial por investigar y escribir acerca de un episodio profesional y personal de la vida de su maestro. Un par de décadas atrás, Colina Ross estuvo en Inglaterra con Alexander Maldany, personaje inspirado en Michael Ventris, el arquitecto inglés que dedicó varios años a descifrar lo que la novela llama “la lengua de Dédalo”, las escrituras pertenecientes a la cultura cretense. La amistad de Colina Ross con el célebre Maldany será motivo de envidia de su principal rival académico, Víctor Crámer.
Pero el contexto político de la Argentina de entonces no les permitirá a los criptógrafos del Círculo mantener la dirección y la pureza de sus indagaciones. De la mano de Crámer entrará la política. La pequeña oficina de investigación se irá transformando en un refugio para la estrategia guerrillera. Por ser el más lúcido del Círculo, Miguel será tentado a participar en operaciones que requieren sus servicios de criptógrafo. Con muchas dudas, acepta su primera misión. Sabe que ha cruzado una línea: “Era un mundo ajeno, y sin embargo sentí una especie de emoción al tocar esas fotografías, esas hojas atiborradas de insignificancias. El mundo exterior, el peligroso mundo real. Gente viva que caminaba por ahí, no pueblos extinguidos a causa de volcanes o invasiones. Era el presente, no diez siglos antes de Cristo”.
En La hija del criptógrafo, De Santis reafirma su vocación por la intriga. Capitaliza su experiencia en el género policial y el fecundo contexto histórico de los años setenta para desplegar una trama consistente y atractiva, que mezcla la lógica del espionaje con el drama privado y político. Las páginas dedicadas al secuestro y el encierro clandestino narran circunstancias y describen espacios ya conocidos por el lector argentino, pero con original austeridad. Los planes paranoicos de los captores militares, obsesionados por el manejo de la información, recuerdan la “Pecera” de la que habla Miguel Bonasso en Recuerdo de la muerte. Más de treinta años después, La hija del criptógrafo presenta un protagonista que tiene poco de héroe guerrillero y bastante de detective inglés, que mira con escepticismo e ironía las actitudes políticas de la época, movilizado por una mujer y la simple necesidad de escapar al tedio de la existencia.
LA HIJA DEL CRIPTÓGRAFO
Por Pablo De Santis
Planeta. 392 págs., $ 390