Reseña: La habitación alemana, de Carla Maliandi
Contrastes en una ciudad ajena
Siempre se agradecen los libros que, además de ofrecer una historia, cuentan los entretelones de una ciudad, sus rincones, peculiaridades y atmósferas a tal punto que esa porción del mundo se transforma casi en un personaje más.
La habitación alemana, primera novela de Carla Maliandi –dramaturga, directora teatral y docente que nació en Venezuela pero es argentina– invita a recorrer la ciudad de Heidelberg, “un lugar de cuento de hadas, irreal, una de las pocas ciudades alemanas que no han sido bombardeadas” que, a la manera de una casa grande, en cada uno de sus ambientes parece guardar historias: la universidad más antigua del país, el centro histórico que sube hasta el infaltable castillo, el río Neckar y el viejo puente, los carnavales y los vampiros, el lago congelado y ese matiz inclasificable a partir del cual cada autor se apropia literariamente de un territorio.
Esa ciudad tan ordenada y prolija que invita a perderse en sus calles, como recomendaba Walter Benjamin, le resulta a la protagonista al mismo tiempo extraña y familiar: ahí vivió, con sus padres y un amigo de la familia, los primeros cinco años de su vida como consecuencia del exilio a raíz de la dictadura. Con más de treinta años y una separación incómoda a cuestas, la protagonista vuelve sin saber bien por qué a ese rincón germano del mundo con la intención de ocupar una habitación en una residencia de estudiantes (aun cuando no sigue ningún curso), donde experimenta una especie de viaje de egresados tumultuoso. Sufre sueños premonitorios, se hace amiga de un tucumano del que se burla por cómo aspira las eses, asiste a una fiesta de karaoke que pretende ser inolvidable, se entera de algo que la sumerge en la incertidumbre, se involucra en una relación mucho más complicada de lo que sugiere Facebook, sufre un suicidio de una de las estudiantes y el extraño acoso de una madre maníaca que viaja desde Japón para despedir a su hija y para recuperar, quizás, el tiempo perdido.
El contraste es una de las características que mejor define La habitación alemana, una novela realista con trasfondos filosóficos y resonancias esotéricas que recuerda un poco a Phoenix (2009), novela de Eduardo Muslip en la que también había un viaje, un nutrido repertorio de personajes y un protagonista sin nombre. El contraste de este libro tiene que ver con la paradoja del exilio voluntario y la sensación de encierro que provocan los lugares de tránsito, tan distinta de la sensación de fluidez y confort de los lugares que se intuyen definitivos.
En esta estadía indeterminada en la que, además de acumularse cientos de mails, se cruzan el deseo difuso de permanecer y la amenaza del regreso, la protagonista de La habitación alemana no hace nada pero le pasa de todo. El relato de su experiencia, más que centrarse en las vicisitudes del aprendizaje, cuenta la evolución de un profundo reconocimiento.
LA HABITACIÓN ALEMANA
Por Carla Maliandi
Mardulce
187 págs., $180