Reseña: Highlife, de Leye Adenle
Policial africano con pulso actual
Difícil encontrar en los últimos años un medio de información internacional tan potente como la novela policial negra. Desde que la saga de Stieg Larsson empezó a resquebrajar la idealización de las sociedades escandinavas, los autores del género parecen haberle sacado la ficha a las sociedades donde transcurren sus historias: lo viene haciendo Qiu Xialong con la China moderna y también Zygmunt Miloszewski, notable escritor polaco que supo llamar la atención sobre el antisemitismo que se respira en su país.
"Junto al agua estancada de una alcantarilla abierta, la gente, sentada en sillas de metal, toma cerveza y come sopa de pescando picante. Hablan a los gritos para hacerse oír", anuncia Highlife, un policial que sumerge al lector sin anestesia en la densa cotidianidad de las calles de Lagos, una de las ciudades más peligrosas del mundo. Se trata de la primera novela de Leye Adenle (1975), escritor nigeriano que conoce perfectamente los escenarios de los que habla pese a vivir, en la actualidad, en Londres. El libro es una interesante puerta de acceso para indagar en la producción de una narrativa que tiene ya su Premio Nobel: Wole Soyinka.
El cuerpo mutilado de una mujer es lanzado desde un auto hacia la puerta de un boliche de mala muerte. Uno de los testigos de este hecho relacionado al parecer con la política y la magia negra, es Guy Collins, periodista inglés de un medio digital enviado a Nigeria para cubrir las elecciones presidenciales. El hallazgo que parece, de repente, despertar su vocación de investigador lo obliga a afrontar un interrogatorio en el que se hace pasar por corresponsal de la BBC. Su torpeza y la absurda lógica de los policías nigerianos ("mal pagados, mal entrenados y semianalfabetos") lo condenan a una injusta reclusión de la que la saldrá gracias a Ankara, una joven nigeriana estudiante de abogacía que inventa también un contacto con el ministro de Justicia para lograr sacarlo de la cárcel.
A la par que va naciendo entre ellos una lenta atracción, Ankara le pide a Guy que realice una pesquisa sobre la trata de mujeres que, en algunos casos, incluye la venta de órganos tras inefables torturas que ella combate a través de una asociación caritativa que provee a las prostitutas ayuda financiera, alojamiento e información sobre sus clientes.
Novela sólida, entretenida y concisa que fue premiada en Francia, Highlife (el título proviene de un tipo de música que empezó a sonar en Ghana en la década de 1960 y se extendió a otros países africanos), tiene el mérito no solo de echar luz sobre los males de una sociedad poco conocida para el lector sino también de llevar, en su trama y escritura, el pulso de su tiempo.
HIGHLIFE
Por Leye Adenle
Metalúcida. Trad.: Lula Verki. 376 páginas. $ 320