Reseña: El reloj de sol, de Shirley Jackson
Un certero escalofrío de narrativa gótica
En su célebre relato “La Lotería”, la estadounidense Shirley Jackson (1916-1965) cuenta la historia de un pueblo cuyos habitantes se congregan todos los años para celebrar un sorteo ritual. Cierta candidez pueblerina rural tiñe la atmósfera de la narración, pero algún que otro detalle –esas piedras amontonadas desde el principio– sugieren el acecho de lo siniestro. La elegida esa mañana finalmente es una mujer, un ama de casa que estuvo a punto de olvidar asistir. No es justo, exclama, al tiempo que queda claro que el premio es morir apedreada por los trescientos habitantes del pueblo que se ensañan con ella.
Este cuento, considerado un clásico de la literatura norteamericana del siglo XX, excede largamente la fama de su autora. Aunque además de “La Lotería” y otros relatos memorables haya escrito un puñado de novelas que marcaron a fuego a escritores posteriores como Stephen King, Joyce Carol Oates y Jonatham Lethem, tal vez debido a su muerte a los 48 años, en su momento la obra de Jackson no logró todo el reconocimiento que hubiera merecido.
Al menos en español su presencia era muy marginal; sin embargo en los últimos años se publicaron traducciones de sus dos novelas más importantes, Siempre hemos vivido en el castillo y La maldición de Hill House. Publicada originalmente en 1958, El reloj de sol (The Sundial en inglés) comparte numerosos rasgos con ambas, lo que permite hablar de un estilo tan consistente como singular. Para empezar, el papel protagónico que juegan las viviendas en la construcción de las tres novelas. No sólo como escenario sino también como presencia, como arquitectura y como fantasma, irradiando la ilusión de que la novela es esa casa y los personajes que la habitan, todo junto imbricado.
En El reloj de sol tenemos la mansión de los Halloran con sus parques, sus laberintos, rosedales y laguna. Y un reloj de sol, en el que el patriarca de la familia había hecho esculpir las frases: “¿Qué es este mundo? ¿Qué se desea tener? Un momento estás con tu amor; al siguiente, solo y sin amigos en la tumba fría”.
La novela empieza al volver del entierro de Lionel, hijo mayor de la familia, que murió al caer por la escalera. Varios, entre ellos su viuda y su hija Fancy, acusan a viva voz a la propia madre de Lionel, Orianna, decidida a quedarse con el control de la fortuna familiar. El comienzo es algo abrupto y arrebatado; los personajes irrumpen arrastrando una inercia previa. Puede llevarle algunas páginas al lector sintonizar el tono de la narradora, la modulación irónica y algo desquiciada de sus personajes, que son muchos y no paran de hablar uno atrás de otro. Pero al entrar en confianza con los Halloran y sus invitados, la novela despliega todo su magnetismo, y el trabajo de montaje con los diálogos termina por crear un ritmo enrarecido y distorsionado.
Una tarde la cuñada de Orianna y tía de Lionel, Fanny Halloran tiene una revelación mientras camina por los jardines de la mansión: su padre muerto, el artífice de la fortuna familiar, le anuncia el fin del mundo. Al principio todos muestran perplejidad y desconfianza pero a medida que pasan las semanas y se acerca la fecha señalada empiezan actuar en consecuencia. Se encierran, incendian la colección de libros para convertir la biblioteca en un depósito de víveres y objetos de primera necesidad, suman a algunos miembros a la comunidad de elegidos, organizan un festejo pantagruélico para despedir al viejo mundo.
El de Jackson no es un remedo del gótico del siglo XIX, ni de las primeras décadas del siglo XX; sus textos conectan con el zeitgeist de los años cincuenta, con cierto tono apocalíptico de la Guerra Fría. Es un gótico que leyó a Kafka y que conoce los horrores recientes del nazismo y la bomba atómica; un gótico entre cómico y disparatado, levemente ácido, que en el momento menos pensado logra generar un certero escalofrío.
EL RELOJ DE SOL
Por Shirley Jackson
Fiordo
Trad.: A. M. Tato. 302 págs., $ 370