Reseña: El otro lado, de Alfred Kubin
“Las situaciones más sublimes pueden ser víctimas del ridículo, el escarnio o la ironía.” Lejos del spoiler, la última frase de El otro lado, de Alfred Kubin, permite subrayar las ambigüedades de este clásico fantástico, publicado en alemán en 1909.
Nacido en la actual República Checa, Kubin (1877-1959) fue escritor, pero también ilustrador de libros. Las imágenes que dedicó a obras de Edgar Allan Poe y Fiodor Dostoievski son consideradas precursoras del expresionismo. Las historias conservan el mismo tono, aunque le suman una dimensión irónica, que se reconoce en aquella frase final. Amigo de Franz Kafka y de Paul Klee, Kubin pronto se alejó de los círculos de vanguardia para continuar su labor en solitario, sufrir intentos de suicidio y morir, tras cincuenta años de aislamiento, en un castillo medieval.
El otro lado –su única y celebrada novela– narra la historia de un joven artista centroeuropeo que, atraído por la invitación de un antiguo compañero de escuela que se volvió rico, se traslada al Reino Soñado, en Asia Central. En ese lugar de ficción todos los problemas materiales están resueltos y cada habitante puede dedicarse a explorar sus propios intereses. La promesa de felicidad, en términos de estricta riqueza material, enciende el optimismo del protagonista. Enfrenta algunos primeros obstáculos al salir del mundo europeo y, a poco de llegar al Reino Soñado, sus certezas ilustradas comienzan a desmoronarse. Patera, el amigo, ejerce un poder absoluto y no teme imponer la violencia contra los habitantes, aunque parezca reinar la armonía. La ropa y la tecnología anticuadas son un anacronismo que al poco tiempo dejan de resultar pintorescas. Las fantasías parecen hacerse realidad. El mundo animal invade el humano. Las enfermedades no tienen cura. De día nunca brilla el sol y de noche jamás se ven la luna ni las estrellas. Se torna difícil distinguir entre sueño y vigilia. El apocalipsis ha venido de la mano del entusiasmo por un banal mundo mejor. Los límites entre utopía y distopía pueden ser, como en este caso, porosos.
Las ilustraciones de Kubin incluidas en El otro lado, que se valen de la tinta china, muestran con brillantez esa degradación claustrofóbica que tanto influyó en cineastas expresionistas como Murnau. A la luz de una trayectoria artística que, además de relatos e ilustraciones oscuras, también incluye el trabajo en revistas satíricas, es posible leer la novela más allá de su trama. No sólo relata cómo un mundo ideal puede implosionar: también expone con ferocidad la fe optimista de toda una época. La denuncia de esa ilusión fue profética: en 1938 la producción de Kubin fue calificada por los nazis, absurdamente, como “arte degenerado”.
EL OTRO LADO
Por Alfred Kubin
La Bestia Equilátera. Trad.: Gabriela Adamo. 276 págs., $ 320