Reseña: El orden del día, de Éric Vuillard
Una comedia hipnótica sobre el nazismo
Éric Vuillard (Lyon, 1968) ya era un cineasta de prestigio, un autor premiado, cuando El orden del día, su novela más reciente, ganó el Premio Goncourt 2017 y lo puso en la tapa de todos los suplementos culturales. Y no solo por el valor literario de una narración exquisita y poética, de tono preciso, atenta a los detalles, sino sobre todo por su controvertido planteo histórico y político. Porque en el relámpago de sus 140 páginas, Vuillard pone a la democracia de Europa frente a un espejo nada amable, trae la barbarie del nazismo al presente e invita al lector a abrir los ojos sobre el aparato económico que impulsó y financió el advenimiento del régimen más siniestro y repudiado de la historia occidental del siglo XX.
Hay un principio, sugiere el autor, y ese principio sucede el 20 de febrero de 1933. Hitler y Göring se reúnen con los empresarios más importantes de Alemania. Están ahí para apoyar al Führer, para poner sobre la mesa sumas millonarias que van a ahuyentar la sombra del comunismo. No deberíamos sorprendernos, aclara Vuillard utilizando en la novela una primera persona del plural que incluye al lector. ¿Cuántas veces antes, cuántas veces después empresariado y política fueron de la mano? Sin embargo, lo que el paso del tiempo va a demostrar es que el pacto aquí es atroz, inhumano.
¿Quiénes pudieron haber cometido semejante desacierto? El autor, nuevamente, nos corrige. Qué importan las personas, parece decir. Aquí se trata de algo mucho más permanente, se trata de BASF, Bayer, Agfa; Opel, IG Farben; Siemens, imperios que se fusionan con otros imperios, que sobreviven desastres, que renacen de las cenizas y cuyos rehenes no son ya los deportados, o los fusilados de la Segunda Guerra Mundial. "Están ahí -escribe Vuillard- en todas partes, bajo la forma de las cosas. Nuestra vida cotidiana es la suya. Cuidan de nosotros, nos visten, nos iluminan, nos transportan por las carreteras del mundo, nos arrullan."
La novela encuentra el tono perfecto, a medio camino entre la ironía y la incredulidad, en ese paneo que va de 1933, pasa por la ocupación de Austria y llega hasta el presente. Basta como ejemplo una escena en la que Lord Halifax confunde a Hitler con un lacayo y le entrega su abrigo. El gesto es cómico pero también patético. ¿Cómo pudo -se pregunta el escritor francés- un diplomático de carrera, no haberse dado cuenta de a quién tenía en frente? El orden del día describe el detrás de escena de un teatro de guerra, el paso a paso de una catástrofe anunciada, que alterna lo gracioso y lo trágico.
Cuenta cómo, incluso antes de la guerra, Hollywood tenía en su tienda de utilería trajes nazis para sus superproducciones y cómo la masacre que iba a cernirse sobre el mundo tenía ya su réplica en esa gran fábrica de hacer dinero. O cómo Alemania -que tenía prohibido por el Tratado de Versalles invertir en armamento bélico- construyó sus tanques gracias a sociedades pantalla en el extranjero. Se podrá decir que la de El orden del día es una visión materialista de la historia, pero en ella están los hechos y los nombres de las compañías que utilizaron mano de obra esclava de los campos de concentración. La pregunta excede lo literario y mina el corazón mismo de Occidente.
Como esos temas con variaciones que se reconocen en la música de Bruckner y que quienes están a punto de entregar Austria en bandeja a Hitler comentan emocionados, la historia no hace otra cosa más que repetirse. Y aunque, en palabras del autor, nunca se caiga dos veces en el mismo abismo, aunque las condiciones cambien, "siempre se cae de la misma manera, con una mezcla de ridículo y de pavor." Vuillard compone una narración tensa, hipnótica, con saltos temporales, donde lo real alterna con lo ficticio, y que permite al lector sobrevolar en una larga toma aérea los detalles, gestos y conversaciones privadas que hicieron de preludio a lo peor del siglo XX. Ni siquiera la rutina del comediante da risa una vez que se repite más de la cuenta.
El orden del día
Por Éric Vuillard
Tusquets. Trad.: Javier Albiñana. 142 págs. / $ 249