Reseña: El astronauta de Bohemia, de Jaroslav Kalfar
En las primeras frases de El astronauta de Bohemia, el protagonista informa en primera persona que se llama Jakun Procházka, que la Cortina de Hierro ha caído (el Telón de Acero, dice la traducción) y que “el hombre del saco invadió mi país con su amor consumista y sus libres mercados”. Habla de su tierra natal, Checoslovaquia. Después de un doble espacio, el lector se encuentra dentro de un año, 2018, y en una tarde de primavera donde el mismo personaje despega en un transbordador espacial rumbo al encuentro de una nube de polvo cósmico entre la Tierra y Venus que dejó un cometa. En la pantalla donde su pueblo agita banderas busca el rostro de Lenka, su esposa.
Aunque demore un poco en lanzar todo su poder a pleno, El astronauta de Bohemia, de Jaroslav Kalfar, se va construyendo por esas tres vías entrelazadas: la novela checa (donde el padre del astronauta ha sido colaborador entusiasta del gobierno comunista, incluso como torturador), la novela de ciencia ficción (que cumple con notorio rigor las exigencias del género) y la novela de amor (y desamor). Los elementos son lo bastante variados, y se van mezclando con el vigor suficiente como para que haya obtenido un impacto considerable en Estados Unidos, donde el autor, nacido en República Checa, vive desde los quince años.
Cada uno de los subgéneros (novela política, ciencia ficción espacial, novela de sexo y amor) arrastra elementos originales. En el primer caso, desencadena la venganza y el reacomodo después de la caída del Muro, a través de un Hombre del Zapato (ex instrumento de tortura del régimen) como para que la madre y el hijo deban refugiarse con dos abuelos. El interés por la física, y el legado que el padre del autor le hizo en una colección masiva de videos de ciencia ficción, que le abrieron la puerta a la literatura del género, se mezclan con un estilo (o un modo de ser) donde el amor se enreda todo el tiempo con el sexo y la falta de sentido progresivo del vínculo.
En ese sentido, el personaje de Lenka se vuelve tan recordable como algunas de las mujeres “fuertes” de Milan Kundera. También el tono que mezcla las trampas mortales sociales y el humor necesario para soportarlas o esquivarlas que caracterizaban algunas de las primeras novelas del autor de La broma y La insoportable levedad del ser. Las frases de solapa mencionan influencias variadas: “Mezclen a Bradbury y Stanislaw Lem con Saint-Exupéry, y quizás un poco de Kafka”, propone una de ellas. En otro sitio, alguien habló de “un 2001 con risas”.
Más interesante es la manera en que el tono checo se basa en el uso flexible y ágil de elementos clásicos de la cultura nacional. La aparición primero, y la manera en que se va estableciendo después, un vínculo con un extraterrestre goloso, de perfil arácnido, tiene algo de la tradición de los dibujos o los muñecos animados del cine más difundido internacionalmente en los años sesenta.
La experiencia de ir recorriendo el texto se relaciona con cierta literatura que no ofrece seguridades y que hace vacilar al lector en vez de tranquilizarlo. Eso hasta que comprende que la falta de equilibrio hace que comiencen a mezclarse en un todo que no renuncia a su libertad de duda y de divertida entrega al caos. Esta primera novela se inserta así con perfil propio en la tradición de cierta novela moderna (y posmoderna).
El principal rasgo aglutinador es la voz de Procházka, que se entrega a la construcción de varios de los personajes, pero también tiene un tono propio, personal: curioso, ansioso por dejar una marca en la historia (demasiado tarde comprende que eso le cuesta la pérdida del amor), pero sobre todo sensible a los cambios, en él y en lo que lo rodea.
El último capítulo, ya transcurridas las anécdotas a veces espectaculares de una vida, vuelve a las ruinas literales de la infancia para tratar (infructuosamente) de exorcizar los fantasmas del pasado. Como dice en un momento: “Era mi cama, con la pequeña forma de mi yo infantil impresa en la tela como una sombra posnuclear”
EL ASTRONAUTA DE BOHEMIA
Por Jaroslav Kalfar
Tusquets
Trad.: Isabel M. Bailo. 332 págs., $ 399