Reseña: Conquistar el cielo, de Paolo Giordano
La última novela de Paolo Giordano (Italia, 1982), Conquistar el cielo, está narrada en primera persona a partir de la voz de Teresa, una chica de clase media de la ciudad de Turín, que, como millones de italianos, cada año viaja al pueblo de su padre, en Speziale, Puglia, para pasar las vacaciones con su abuela. En uno de esos interminables veranos, a los dieciséis años, conoce de casualidad a los tres chicos que viven en la finca de al lado y que una noche deciden entrar en la pileta de su propiedad. Esa transgresión genera un sentimiento de atracción que la impulsa a frecuentar a sus vecinos.
Allí se entera de que en esa finca los tres chicos viven bajo la tutela de Cesare y Floriana, un matrimonio con un solo hijo, Nicola, y que decidió adoptar a los otros dos muchachos: Bern y Tommaso. La familia sigue los preceptos religiosos de Cesare, que interpreta la realidad en función de la palabra bíblica. Las enseñanzas de Cesare, la dulzura de su voz y la magia de su gestualidad, quedarán impresas en el bien y en el mal en cada uno de sus hijos.
Para Teresa, la auténtica fe de Bern, su curiosidad famélica y el vínculo con la naturaleza terminan por despertar en ella una entrega y un amor absolutos. Teresa renuncia a sus estudios, a su casa y a su ciudad y se establece en Speziale. Nace entonces el deseo de una comunidad, a la que se sumarán otras dos chicas, y que transforma la casa de campo en un refugio ecológico cuya regla general es respetar la ley de todo lo que vive. Cuando se desate la pandemia de los olivares centenarios (que efectivamente puso de rodillas al sur de Italia en los últimos años) y la decisión del gobierno de abatirlos y erradicarlos, la utopía juvenil deviene batalla campal, defensa del territorio y sacrificio colectivo. Bern y Teresa seguirán hasta el extremo ese derrotero.
La trama, como se deduce de las líneas anteriores, es débil. Pero Giordano –autor de la exitosa La soledad de los números primos– no persigue la secuencialidad rítmica de la narración, sino el espesor, con el logro de varias páginas muy intensas. Dos cuestiones son particularmente interesantes. Por un lado, el eco de los versos del Nuevo Testamento en los pasajes finales se vuelve potente en la lógica de la novela. La acción de cada personaje, leída a la luz de esos pasajes proféticos, ofrece una visión trascendente de lo humano, tal como esos tres hermanos aislados del mundo creyeron desde el principio. Hay un resabio de antiguos conflictos fraternales pero también un halo de sacralidad en la historia que contagia al lector en las mejores páginas, sin adoctrinamientos ni fanatismos. Por otro lado, la dimensión atávica del sur de Italia, en la visión de un escritor septentrional como Giordano, no debe leerse según ese filón narrativo que adjudicó al norte el progreso y al sur la pureza arcaica. Porque el equilibrio natural de este último está profundamente amenazado. El libro postula más bien que solo un mundo que conserve todavía vestigios antiguos (forzosamente sacros) es capaz de dar una respuesta.
En italiano, la novela se titula Divorare il cielo. La traducción al español, Conquistar el cielo, se desvía del sentido original y nos da la idea de una historia de aventuras en pos de una ambición desmedida. Giordano, en cambio, quiso contar la historia de cómo dos jóvenes consumen vorazmente los años más válidos de la vida.
Conquistar el cielo
Por Paolo Giordano
Salamandra
Trad.: Nicolás Pastor Durán
400 páginas/$1299