Reseña: Cadáver exquisito, de Agustina Bazterrica
Punzante historia caníbal
Cadáver exquisito, título de la novela con la cual Agustina Bazterrica (Buenos Aires, 1974) ganó el Premio Clarín Novela 2017, es también el nombre de un famoso juego con que los sobrinos del protagonista se entretienen cuando éste va a visitarlos. El juego, inventado en 1925 por los surrealistas, consiste en que cada uno de los participantes anote en un papel una palabra o una frase. A continuación, se pliega la hoja y se oculta lo escrito para que el siguiente participante escriba lo propio sin conocimiento alguno de lo precedente. Al final se lee el texto completo de lo aportado por cada integrante del grupo. Nicolas Calas –poeta y crítico greco-estadounidense– sostenía que un cadáver exquisito revelaba “la realidad inconsciente del grupo que lo ha creado, los aspectos no verbalizados de la angustia y el deseo de sus miembros”.
Precisamente en eso abreva Cadáver exquisito. Hay una verbalización incisiva e impiadosa de lo que sucede en la sociedad a la que pertenece el personaje principal. Marcos Tejo trabaja en un frigorífico donde los animales, que tuvieron que ser sacrificados porque han contraído un virus letal, han sido reemplazados por seres humanos. En este nuevo orden social que impera en todo el mundo, ante la ausencia de carne animal, se ha vuelto lícita la cría de seres humanos para su posterior consumición. El canibalismo permite comprar a estos seres para comerlos o, incluso, criarlos para su ingesta. Sin embargo, está absolutamente prohibido relacionarse con ellos de cualquier otra manera.
Por eso cuando a Tejo le regalan una joven mujer destinada a su consumo y comienza lentamente a vincularse afectivamente con ella, “los aspectos no verbalizados de la angustia” se acrecientan opresivamente. Se cristaliza el vacío de su existencia, adquiere dimensiones insoportables la piedra que siente todo el tiempo en el pecho causada por un padre que ha perdido la razón, por la muerte súbita de su hijo pequeño y por el abandono de su esposa. Y sobrevienen los cuestionamientos sobre lo que siente por esa nueva adquisición con forma de mujer y sobre lo que implica transgredir las normas. Qué hacer con ella y con la disrupción que ha introducido en su monótona vida se convierte en un dilema existencial.
Hay palabras que encubren el mundo, se lee en la primera página de la novela: Marcos Tejo sabe que son convenientes, higiénicas y legales. La autora, sin embargo, deja en claro desde un comienzo que no está dispuesta a encubrir. No hay eufemismos en Cadáver exquisito. Toda la novela está relatada con un lenguaje punzante que interpela en todos los planos. Si es intolerable que matemos seres humanos para comerlos, ¿por qué está culturalmente aceptado que los animales deban soportar torturas y abusos que retuercen las tripas de sólo leerlos para que nos alimentemos? El interrogante reverbera todo el tiempo entre líneas, aunque no se lo plantea de manera explícita. La respuesta está dada por las palabras elegidas para plasmar imágenes auditivas, visuales y olfativas tan fuertes que demuelen cualquier atisbo de indiferencia o de insensibilidad. Las escenas en las que se describe cada uno de los procesos a los que son sometidos los futuros seres comestibles no se ahorran ni el más mínimo detalle de crueldad. El cinismo de cada uno de los participantes de estas torturas aberrantes es pavoroso. La naturalidad con la que todos parecen aceptar el nuevo orden establecido provoca escalofríos, justamente porque deja entrever cuán cercana es su factibilidad.
Todas esas descripciones siniestras son tolerables porque Bazterrica administra con sabiduría la información, que se centra en el protagonista y sus circunstancias. Marcos Tejo, con sus dolores, inseguridades, fantasías, realismo, sueños y racionalidad, aporta la cuota imprescindible de humanismo para equilibrar esta cautivante distopía que invita a descender a un infierno en donde se enfrentan las angustias con los deseos y, sobre todo, con un irreprimible instinto de supervivencia.
CADÁVER EXQUISITO
Por Agustina Bazterrica
Alfaguara. 256 págs., $ 249