Reseña: Born to run, de Bruce Springsteen
Aunque nadie dude de la estirpe rockera de Bruce Springsteen, Born to Run no es auténticamente un libro de rock. En esta gran novela autobiográfica, el rock es más bien el paisaje sobre el que se recorta la épica historia de un hombre que busca cumplir su sueño de ser músico. Y que logró mucho más de lo pedido, porque se convirtió en una estrella a nivel planetario, que visitó miles de escenarios del mundo con su rock potente y sus historias reales. El libro es también un gran retrato de su país, Estados Unidos, y especialmente de los de su clase, los trabajadores.
Springsteen nació en Nueva Jersey de padre irlandés y madre italiana. Desde allí, de esos humildes comienzos en una familia en la que la plata nunca alcanzaba, logró trepar hasta la cima. Ése es el camino que nos invita a recorrer con él, dispuesto a contarlo todo, o casi todo.
Si en el primer tramo del libro lo que predomina es fundamentalmente el retrato social de esa vida dura, la cosa se pone más interesante cuando a este trabajador sobrio y dedicado se le comienzan a cumplir los sueños, cuando dan fruto las muchas horas dedicadas a perfeccionar su manera de tocar, a componer sus canciones, a tocar noche tras noche en bares y clubes. Springsteen triunfa, sufre y muy pronto, ante una inesperada crisis, decide acudir a un psicoanalista. “Así dieron comienzo treinta años de una de las mayores aventuras de mi existencia, escrutando el resbaladizo terreno en el interior de mi mente en busca de señales de vida”, escribe.
Es que el joven se ha convertido en un hombre que batalla con fuerzas internas muchas veces desconocidas. Springsteen se asume neurótico y decide profundizar en ello. Y contarlo, hablar de sus dudas, de sus carencias y de sus máscaras, de una forma que logra emocionar tanto como con sus canciones. Es el neurótico que sólo se calma cuando anda por las rutas a mil por hora, o en las giras, arriba de un escenario. Alguien que confiesa que cualquier mínima decisión pone en juego su propia identidad. Alguien que, dice, debe pedir disculpas a las mujeres con las que estuvo –antes de su actual esposa– por no haber podido comprometerse en los vínculos. Alguien que también es el líder de una banda y que descubrió pronto que la democracia no es viable en un grupo de rock, pero que de todas maneras, o a su manera, logró construir un vínculo de confianza casi ciega con esos músicos que lo han acompañado a lo largo de casi toda su carrera. Y lo refrenda con la apasionada y generosa descripción que hace de cada uno y la sensibilidad con la que despide la partida definitiva e irreversible de dos de ellos.
Springsteen sabe contar su pasión y su lucha contra las injusticias. Y así como sus canciones son más relatos que poemas, su prosa es absolutamente disfrutable. Hay gracia y magia. Él mismo lo dice con palabras tan precisas que bien vale reproducir en toda su extensión:
“Las matemáticas del mundo real dicen que uno más uno es igual a dos. El hombre corriente (como a menudo me ocurre a mí) se mueve a diario en función de esa suma. Acude al puesto de trabajo, cumple con sus obligaciones, paga sus facturas y vuelve a casa. Uno más uno igual a dos. Es lo que hace girar el mundo. Pero a los artistas, los músicos, los timadores, los poetas, los místicos y demás se les paga para que le den vuelta a ese cálculo, para que froten dos palos y hagan fuego. Todos realizamos esa alquimia en algún punto de nuestra vida, pero es difícil de mantener y fácil de olvidar. La gente no acude a los conciertos de rock para aprender algo. Vienen a que se les recuerde algo que ya saben: que cuando el mundo está en su mejor momento, cuando nosotros estamos en nuestro mejor momento, cuando la vida parece colmada, es cuando uno más uno es igual a tres. Es la ecuación esencial de amor, arte, rock and roll y bandas de rock and roll. Es la razón de que el universo nunca llegue a comprenderse por entero, de que el amor siga siendo extático, desconcertante, y la prueba de que el auténtico rock and roll no morirá jamás”.
BORN TO RUN. Bruce Springsteen, Random House. Trad.: Ignacio Juliá. 584 páginas, $ 459.