Reseña: Bartolomé Mitre, de Eduardo Míguez
Mitre, un estadista que marcó la historia argentina
Nacido en Buenos Aires y criado en Montevideo, Bartolomé Mitre fue uno de los Padres de la Nación. Su juventud transcurrió en el mundo de los exiliados antirrosistas, en Uruguay, Chile, Bolivia y Perú. En 1852 se incorporó a la política porteña, donde brilló como orador y como defensor de los principios liberales.
Su ascenso fue muy rápido. En 1860 ya estaba en la política nacional, como gobernador de Buenos Aires y luego como presidente de la República. Condujo la reunificación de la Confederación y Buenos Aires y estableció en las provincias la hegemonía del Partido Liberal porteño, por las armas y por el acuerdo con dirigentes como Urquiza, otro hombre de su talla.
Su presidencia comenzó de manera pacífica y constructiva –sentó las bases de la administración nacional, tendió ferrocarriles y creó colegios nacionales– pero desde 1865 fue afectada por la Guerra con el Paraguay. Su duración y su alto costo en vidas levantó oposiciones en las provincias y sobre todo en Buenos Aires. El prestigio de Mitre se derrumbó y en 1868 fracasó en el intento de imponer su candidato a la sucesión. Desde entonces, la buena estrella política se apagó, y siempre estuvo del lado de los derrotados. Fue opositor a Sarmiento, revolucionario en 1874 y otra vez en 1880, en defensa –paradójicamente– de la autonomía porteña. En 1890 participó en la fundación de la Unión Cívica, pero en 1891, en plena efervescencia ciudadana, firmó un repudiado acuerdo con el general Roca.
Fue su última intervención política activa. Desde entonces, como director del diario LA NACION, "tribuna de doctrina", como historiador que "inventó" la nación y como hombre de consulta en momentos críticos, definió su perfil de padre de la patria, de patricio que miraba "desde arriba" las mezquinas luchas políticas. A su muerte, en 1906, el país entero homenajeó a quien era considerado el símbolo de la Nación.
Míguez ha escrito una gran biografía política de este personaje complejo y polifacético. Ceñido a su tema, no se aventura ni en las tareas de Mitre como historiador o periodista ni, mucho menos, en su vida privada. Se propone responder una pregunta: cómo se relacionan sus ideas y principios, claros, firmes y precisos, con una práctica política que suele requerir respuestas transaccionales.
Explicar por qué un actor toma sus decisiones requiere una prolija reconstrucción de las circunstancias, aquí realizada de manera detallada, precisa y criteriosa. Sobre esta base fáctica Míguez examina como operan sus ideas, entrelazadas con sus pasiones. Distingue las ideas generales, los discursos que fundamentan propuestas y los argumentos destinados a justificar decisiones más pragmáticas. Unos y otros aparecen en la palabra pública de Mitre y en su correspondencia personal, no necesariamente más sincera, pues –sospecha el autor– Mitre siempre estuvo atento al juicio de la posteridad.
Sus ideas pueden resumirse en tres palabras: liberalismo republicano y nación. Los principios liberales –uno de los credos del siglo XIX– son conocidos: gobierno de la ley, libertades personales, gobierno representativo, ciudadanía virtuosa y opinión cultivada en el debate público. Mitre confiaba en ella, más que en la viciosa competencia de facciones electorales, a la que se reducía la democracia.
Por entonces, la nación era el único marco posible para la construcción concreta de una sociedad liberal. En su versión romántica –en la que Mitre se formó– era mucho más que un contrato político fundado en la razón. También estaba la pasión, expresada en una identidad colectiva, una nacionalidad a la vez preexistente –así lo dijo en un célebre discurso de 1854– y construida cotidianamente por el Estado y por los historiadores.
Más allá de las peripecias, a veces patéticas, de su larga vida política, Mitre fue fiel a esta idea y logró establecerla en el imaginario social. Con todos los matices y recaudos propios de un historiador profesional, esta conclusión se desprende del excelente libro de Míguez.
Bartolomé Mitre. Entre la nación y la historia
Por Eduardo Míguez
Edhasa. 442 págs. $ 525