Reseña: Aduana, de Enrique Vázquez
Condicionó buena parte de nuestra historia, fue la manzana de la discordia entre el puerto y el interior, causa de enfrentamientos y guerras civiles, sinónimo de plata fácil y de corrupción. El escritor y periodista Enrique Vázquez convierte a la Aduana en su Virgilio para que lo guíe por el infierno de nuestra corrupción perenne con abundantes ejemplos que se remontan de la colonia al presente.
Creada en 1534, la Aduana fue desde 1810 la principal fuente de ingresos, y pese a que nuestras exportaciones hoy no difieren tanto de las de hace un siglo y pico, ha quedado relegada a un lejano tercer puesto como abastecedor de las arcas públicas detrás de la DGI y los aportes al sistema jubilatorio. Vázquez la califica de "colador" que pone en entredicho la honorabilidad de virreyes y próceres y ha generado fortunas colosales –en plata negra, se entiende–, al tiempo que frenó la plena incorporación de la Argentina a la era industrial. Con ese prontuario histórico no extraña contar con un expresidente condenado por contrabandear armas del Ejército ni molesta demasiado verlo sentado en su banca de senador. La impunidad es la otra cara de la corrupción.
El de las armas es uno de los tantos casos que describe Vázquez en Aduana. Corrupción y contrabando con su estilo ágil, irónico y a veces burlón, como cuando deja al descubierto las miserias y complicidades de nuestra Justicia, en especial de sectores del fuero penal económico. Se trata de un libro necesario que salda una vieja deuda de la historia: mostrar el decisivo papel que, por acción y omisión, juega la Aduana desde el fondo de los tiempos.
Aduana. Corrupción y contrabando
Por Enrique Vázquez
Planeta280 páginas$ 400