Resabios de la Guerra Fría
PARIS-. El presidente norteamericano, George W. Bush, quizá se expresó mal cuando dijo que los Estados Unidos "harían todo lo que fuese necesario para ayudar a Taiwan a defenderse" de un ataque por parte de China.
Posteriormente, Bush se retractó de esa declaración, pero mejor hubiese sido sostener lo dicho.
Hace unos días, un ex diplomático norteamericano en China comentó a la BBC que la política norteamericana respecto de Taiwan ha sido "ambivalente". Otro juicio mal expresado: quiso decir "ambigua". Pero su desliz verbal expresa más de lo que el diplomático pretendió decir.
Los Estados Unidos pretendieron mantener una política ambigua con el propósito de que China no tuviera certeza de cuál sería la reacción norteamericana en caso de que se propusiera conquistar lo que considera una provincia rebelde.
La llamada ambigüedad, sin embargo, enmascara o encubre la ambivalencia.
En los Estados Unidos, quienes definen el curso de acción y el rumbo político no sabrían qué hacer en caso de que China lanzara un ataque contra Taiwan ante la gravedad que eso representa.
Se muestran reacios a abordar la cuestión debido a la lucha política que enfrenta a los intereses económicos norteamericanos que reclaman el apaciguamiento de las relaciones con China con los conservadores del Congreso y de los influyentes centros de estudios políticos que quieren que China sienta la presión de un desafío.
Sin duda, al gobierno norteamericano le gustaría ver, en caso de que surja una crisis, que Taiwan logre defenderse por su cuenta, y que no tiene necesidad de intervenir. Pero si las defensas taiwanesas resultaran insuficientes, ¿qué harían entonces sobre la marcha los Estados Unidos?
Con declaraciones ambiguas se corre el riesgo de crear malentendidos y de provocar crisis. Una falta de claridad que refleje inceridumbre o indecisión dentro del gobierno -y en la opinión pública- podría alentar a China a emprender aventuras sobre la base de interpretaciones equivocadas.
En 1950, los Estados Unidos señalaron que su perímetro de seguridad en el Pacífico excluía a Corea. Así lo hicieron porque el propio gobierno de Washington no tenía certeza respecto de qué lado se hallaban sus intereses. El ataque de Corea del Norte contra Corea del Sur súbitamente despejó esa incertidumbre; y se produjo una guerra brutal que no fue concluyente y cuyas consecuencias aún persisten entre nosotros.
En 1982, el régimen militar argentino interpretó, equivocadamente, que la retirada de un barco de reconocimiento británico de las aguas del Atlántico Sur fue un indicio de la falta de interés de Gran Bretaña por las islas Malvinas. La partida del barco fue, en realidad, una prueba de la parsimonia propia de Margaret Thatcher y de la ambivalencia del gobierno británico respecto de las Malvinas, cuya vinculación con Gran Bretaña era más una cuestión de historia y de sentimiento que de intereses tangibles.
Pero la invasión de las islas por parte de la Argentina indignó a la entonces primera ministra y a la opinión pública británica. El resultado fue otra guerra brutal, si bien misericordiosamente breve, que concluyó con la victoria británica, una victoria que tuvo el resultado casual de desprestigiar a la junta militar de gobierno y de restablecer la democracia en la Argentina.
La ambivalencia norteamericana respecto de defender a Taiwan es un efecto del fin de la Guerra Fría. Esa isla, cuya población autóctona no es china, estuvo regida por China desde 1683 hasta 1895, cuando la cedió a Japón, que a su vez la retuvo hasta 1945.
En 1949, Taiwan se convirtió en el lugar de refugio de Chiang Kai-shek y su gobierno nacionalista chino, derrotado por los comunistas en la guerra civil de China. Chiang Kai-shek había sido uno de los aliados y protegidos de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, y su derrota provocó no sólo un debate inútil y sectario sino desavenencias partidarias en los Estados Unidos por la supuesta responsabilidad norteamericana en su derrota. Eso envenenó la política norteamericana durante más de una década.
El comportamiento de Chiang Kai-shek como nuevo gobernante de Taiwan nada hizo para mejorar su fama entre los liberales norteamericanos, en tanto que los republicanos mayormente lo respaldaron como el representante del Mundo Libre que libraba una dura batalla en el Lejano Oriente. Con el apoyo y el reconocimiento de los Estados Unidos, Taiwan ocupó el lugar de China en el consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. A principios de los setenta, Richard Nixon y Henry Kissinger resolvieron que podrían beneficiarse si abandonaban a Taiwan y reconocían a las autoridades comunistas de Pekín como el gobierno legítimo de China. Consecuentemente, los Estados Unidos dejaron de oponerse -una oposición que mantenía desde hacía largo tiempo- a la admisión de China en las Naciones Unidas, y en 1972, el entonces presidente Nixon viajó a China en visita oficial.
Tanto Nixon como Kissinger pensaban que de esa manera ponían de punta a China con Rusia en la geopolítica de la Guerra Fría, y que podrían conseguir un apoyo chino indirecto para poner fin a la guerra de Vietnam en términos favorables para los Estados Unidos.
Los dos se equivocaron en ambos aspectos. Fue la diplomáticamente aislada China la que, para gran beneficio propio, puso de punta a los Estados Unidos y Rusia, y además nada aportó para ayudar a los Estados Unidos a salir del pantano vietnamita.
Los Estados Unidos reconocieron a China comunista en 1979, y pusieron fin a su acuerdo de defensa con Taiwan. Admitían que Taiwan era parte de China y que debía eventualmente sumarse al territorio continental bajo un solo gobierno. Y sostenían que ese proceso debía se pacífico..
Desde entonces, la política norteamericana ha sido de "ambigüedad estratégica" con respecto a la defensa de Taiwan. El Congreso norteamericano promulgó la ley de Relaciones con Taiwan, a través de la cual los Estados Unidos se comprometen a suministrar armas defensivas al gobierno de Taiwan, que se ha convertido en una democracia. El año pasado, los taiwaneses eligieron como presidente a Chen Shui-bian, que antes de haber sido elegido había promovido la independencia de Taiwan, lo cual enfureció a China.
La situación es complicada. La ambigüedad estratégica ya no es una política útil; se ha vuelto peligrosa.
lanacionar