Réquiem para un gran periodista
La historia de Eliaschev es pródiga en recuerdos periodísticos y en libros testimoniales
Nos cruzábamos en el aire, poco antes de las nueve de la noche, e improvisábamos una pequeña conversación radial de cinco o seis minutos. Gran lector y exquisito melómano, Pepe se las arreglaba igualmente para derivar nuestras charlas públicas hacia la perplejidad. No terminaba de aceptar el carácter salvaje y desaprensivo del poder, y la pasividad con que se aceptaba en la Argentina la adulteración permanente de las reglas democráticas. Una noche lo encontré amarillento y apagado. Traté de levantarle el ánimo contándole que acaba de descubrir a un gran periodista español, quizás el mejor de todos los tiempos: se llama Manuel Chavez Nogales, falleció en 1944 pero escribió entre otras obras "A sangre y fuego", una extraordinaria crónica sobre la Guerra Civil Española que intentaba escapar al maniqueísmo de la época. "Mañana te traigo un ejemplar de regalo", le prometí. Pepe sonrió con tristeza. Y fuera del aire me anunció que algo le estaba pasando y que había pedido una urgente consulta médica.
Transcurrieron muchos días, y nos llegó la noticia de que tenía cáncer de páncreas, que lo habían operado y que la estaba peleando como un león. Yo tenía el libro prometido y quería entregárselo en mano. Finalmente, lo hice cuando reapareció, delgadísimo y frágil algunas semanas más tarde. Chaves Nogales lo acompañó en la intimidad del dolor durante esa época intermitente, donde combinaba su cruel tratamiento con apariciones radiales desde su casa.
Yo tenía el libro prometido y quería entregárselo en mano. Finalmente, lo hice cuando reapareció, delgadísimo y frágil
La primera vez que lo vi en mi vida fue hace veintitrés años, cuando lo entrevisté para "El hombre que se inventó a sí mismo", una biografía no autorizada que escribí sobre Bernardo Neustadt. Allí Eliaschev me contaba descarnadamente sus comienzos. Alumno del Nacional Buenos Aires, compañero y amigo de Rolando Hanglin y de Mario Sábato, pertenecía a un grupo con inquietudes: activistas políticos, poetas, escritores y hacedores de publicaciones estudiantiles. Muchachos enamorados de la política y la literatura, que hacían una pequeña revista llamada Para hoy y que planteaba la incomunicación generacional, la educación sexual y otros temas absolutamente vanguardistas. "Todo con una línea sartreana y procastrista, aunque sentíamos desprecio por la Unión Soviética", me aseguraba. A través del padre de Hanglin conocieron a Neustadt y participaron en aquellos paneles de televisión desde donde juzgaban y ametrallaban a grandes personajes de la vida nacional. Cuando Bernardo abrió la revista Todo, en las oficinas de Cangallo y Junín, se les dio la gran oportunidad de hacer periodismo profesional. El primer sueldo de Pepe como redactor fue de 10.000 pesos.
Para el lanzamiento de la revista se hizo un ágape en el Salón Dorado del Plaza Hotel. Se había confeccionado, para la ocasión, un folleto donde cada integrante de la redacción debía presentarse y escribir lo que quisiera. En las flamantes máquinas Olivetti, Elisachev escribió una carilla y media. Neustadt, al leerla, lo mandó llamar, le dijo que estaba escrita como los dioses y que, a partir de ese momento, iba a ganar 12.000 pesos. "Me había revaluado a partir de esos simples párrafos donde un muchacho de 19 años contaba quién era, qué significa su viejo, que había fallecido ese mismo año; cómo era su novia, qué gustos tenía y cuáles eran sus libros preferidos", recordaba. Duraron nueve meses y recibieron una indemnización cuando la revista cerró. Luego colaboró incidentalmente con "Extra", el otro emprendimiento de Bernardo.
Varios años más tarde, y luego de muchas correrías periodísticas, Pepe fue amenazado por la Triple A y debió viajar a Venezuela y finalmente vivir su amargo exilio en los Estados Unidos. Cubrió, para una importante empresa periodística italiana, la guerra civil en Nicaragua y desde Panamá salió por primera vez para Radio Mitre comentando el suceso, a instancias de Julio Lagos. El productor del programa lo llamó más tarde y le dijo: "Pepe, nos gusta mucho tu trabajo. Vos vivís en Nueva York. ¿Querés ser nuestro corresponsal?". Trescientos dólares por mes. Corría 1979, en la Argentina reinaba Videla, recién se ponía en marcha el satélite, no existía la CNN y Pepe Eliaschev vivía frente a las Naciones Unidas: desde su ventana fue relatando la llegada de Fidel Castro, del Papa y de Yasser Arafat. Y el éxito de aquellas transmisiones resultó espectacular e inesperado. Cuando Lagos se fue a radio El Mundo, Julio Moyano le ofreció a Pepe dos mil dólares y un pasaje a Buenos Aires para que siguiera su rutina, aunque esta vez para el programa que conducía Neustadt. "Bernardo se pegó entonces una típica calentura bernardiana –se reía Pepe-. Descubrió que yo era Gardel. Una vez dijo en Radiolandia que yo era el periodista más completo que había dado la Argentina. La rutina consistía en que me llamaba a las seis de la mañana. Yo tenía, a esa hora, el Washington Post y el New York Times leídos, y le interpretaba todo. Entrevisté así a Edward Kennedy cuando era palabra prohibida para la Junta Militar. La manera de venderme y presentarme que tenía Neustadt era maravillosa. Nadie me había presentado así".
En las flamantes máquinas Olivetti, Elisachev escribió una carilla y media. Neustadt, al leerla, lo mandó llamar, le dijo que estaba escrita como los dioses
La esposa de Pepe viajó por aquellos días a Buenos Aires y se entrevistó con Bernardo. "No se les ocurra volver –le advirtió-. Tu marido es demasiado talentoso para trabajar en un medio como éste". Pepe llegó en marzo. Neustadt le mandó un remise al aeropuerto, lo llevó al estudio de Mitre y lo entrevistó al aire. Salieron juntos a la calle. Bernardo, sin darle respiro, le dijo parando un taxi: "Te vas ya mismo a verlo a Fernando Marín. Vas a ser corresponsal de un programa de televisión en los Estados Unidos".
Pepe no conocía a Marín. Fue hasta las oficinas de Corrientes y Cerrito, se presentó de parte de Neustadt y los responsables de "Videoshow" le ofrecieron cinco mil dólares, el alquiler de un departamento en Nueva York y un camarógrafo de tiempo completo para que enviara notas "calientes" desde el Primer Mundo. Esto lo convirtió en una especie de celebridad. Eliaschev aprovechaba además para tocar permanentemente el tema de los derechos humanos. Recordemos que en ese momento Radio Mitre era estatal, y que Pepe se las ingeniaba siempre para abordar asuntos peligrosos de los que no se hablaban. Todas las mañanas sonaba en su casa el teléfono y una productora de Bernardo le susurraba invariablemente al oído: "Hola, plomo. Salís al aire". Un día de septiembre, la productora dijo: "Hola, Pepe. Hay problemas". Neustadt tomó el tubo y le anunció: "No sé qué pasa, pero hay una traba para que salgas al aire. Dejame averiguar a ver de qué se trata". Al segundo día, Eliaschev tomó conciencia de que había sido prohibido. Radio Mitre era manejada por el Ejército y un simple memorándum lo había dejado afuera. Viajó a Canadá para "Videoshow" y, con una excusa periodística, pidió salir en vivo desde el aeropuerto de Montreal. La idea era probar hasta dónde llegaba la prohibición. A la mañana siguiente, Enrique Llamas de Madariaga le preguntó en línea privada: "Pepe, ¿te levantaste a la mujer de algún comodoro? Acá hay un quilombo con vos impresionante".
Bernardo no mencionó al aire la prohibición, pero habló con el general Viola y éste le dijo: "Lo que los servicios prohíben, no lo podemos tocar". Se le achacaba a Eliaschev haber viajado a Cuba, lo cual era cierto, y que era comunista, lo que cual resultaba falso. Así terminó 1980, con un Neustadt diciendo por teléfono: "Lo siento, Pepe, todo esto me duele y perjudica". Un día le envió una carta firmada con el seudónimo "Margarita", en la que destacaba su "insobornable actitud frente a la libertad".
La historia de Eliaschev es pródiga en recuerdos periodísticos y en libros testimoniales
Con la llegada de la democracia, Eliaschev regresó al país y debutó en televisión con Badía y Compañía. Para el día del periodista, en julio de 1984, ser armó una producción en la que el invitado central era Bernardo Neustadt. Para hacer un contrapunto, Eliaschev invitó a Santo Biasatti, Silvina Walger y Gabriel Levinas. Esa tarde, Bernardo entró a Canal 13 por la calle Cochabamba. Pepe lo recibió, cámara en mano, y Neustadt no reprimió el abrazo ni el entusiasmo. Luego Biasatti, Walger y Levinas lo pulverizaron por haber sido un periodista que no denunció la falta de derechos humanos ni la censura. Bernardo, golpeado y circunspecto, salió por la misma puerta por la que había entrado. "Nunca pensé que me ibas a hacer una zancadilla así", murmuró mirando directamente a los ojos de Eliaschev, ese hijo pródigo que supuestamente lo había traicionado pero que alguna vez volvería al redil. En 1985 volvió a llamarlo a su casa. Bernardo estaba harto de levantarse tan temprano y trabajar tanto. Le confesó que su sueño sería llegar a las ocho de la mañana y que alguien arrancara a las seis. "Yo estaba en Splendid. Bernardo me proponía lo que siete años después haría con Hadad. Le dije que no, a pesar de quera tocar el cielo con las manos. No acepté una relación filial, tal como él quería. Yo, con eso, me hubiera convertido en su delfín".
La esperada revancha de Neustadt, agotada ya aquella instancia de seducción, se produciría recién un año después, cuando en Cable a tierra Pepe salió a preguntar sobre la relación entre el tamaño del pene y el goce sexual de las mujeres, y fue atacado crudamente por todos los sectores. "Bernardo se dedicó entonces a hablar con gente diversa y a matarme –me contó-. Luego en el 88 los radicales me rajaron de ATC y cuando intenté, para defenderme un espacio de televisión, Bernardo sólo me invitó al cable, que era como jugar en el Nacional B". En 1989, Pepe fue designado al frente de Radio Municipal. Tenía un programa semanal y un día decidió invitar a Bernardo. Era la época en que Neustadt se estaba separando. Parecía más gordo y deprimido. Olvidó viejos rencores y llegó solo, resignado al mano a mano que le proponía aquel ex redactor de la revista Todo con el que se había desencontrado a lo largo de todos aquellos años de lealtades, ingratitudes, principios y contradicciones. En un momento de la charla, Bernardo se largó a llorar. "Ante cada atardecer, me pregunto cuántos me quedan, Pepe". A Pepe se le hizo un nudo en la garganta.
La historia de Eliaschev es pródiga en recuerdos periodísticos y en libros testimoniales. Lo que sigue es muy conocido. Fue censurado por el kirchnerismo, y cobijado por Alfredo Leuco en Le doy mi palabra. Después todos juntos recalaron en esta nueva Radio Mitre, donde lideraban el rating. El programa Esto que pasa se había transformado en un clásico. La manera en que Eliaschev era capaz de articular ideas sin la necesidad de escribirlas previamente, con elocuencia, alto nivel intelectual y una precisión milimétrica, lo volvió legendario. Se va de esta manera uno de los grandes columnistas radiales de todos los tiempos.
La muerte de un periodista talentoso nos recuerda que el verdadero talento no abunda. Pepe fue siempre crítico, y tuvo problemas con todos los gobiernos, y solo se mantuvo fiel a su oficio de ver y pensar por su cuenta
En los últimos meses, yo lo veía salteado: Pepe no conseguía asistir todas las tardes a su programa. Lo hacía dos veces por semana, y se lo notaba realmente fatigado y fatídico. Varias veces hablamos de Chaves Nogales y su reivindicación de nuestra profesión, y de la insólita y lacerante política de Estado puesta en marcha estos años para demonizarla. También del tratamiento que Pepe llevaba obedientemente a cabo día tras día. A veces lo acompañaba hasta la calle y nos abrazábamos como si fuera la última vez. Pero verdaderamente la última vez aconteció hace dos viernes, cuando se fue antes de tiempo y me sonrió de una manera especial. Sentí ternura y escalofríos. Presentí que estaba entrando en un túnel que no tenía salida. Recordé aquel pensamiento negativo que asaltaba a Bernardo: "Ante cada atardecer, me pregunto cuántos me quedan".
La muerte de alguien querido nos recuerda nuestra propia partida. La muerte de un periodista talentoso nos recuerda que el verdadero talento no abunda. Pepe fue siempre crítico, y tuvo problemas con todos los gobiernos, y solo se mantuvo fiel a su oficio de ver y pensar por su cuenta. Al recordarlo, en esta hora final, releo a Chaves Nogales con los ojos de Eliaschev: "De mi pequeña experiencia personal, puedo decir que un hombre como yo, por insignificante que fuese, había contraído méritos bastantes para haber sido fusilado por los unos y los otros".
No tengo más palabras.
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