Renata Schussheim
En primera persona, la artista habla sobre sus múltiples facetas: acaba de inaugurar su muestra Cantata en la Fundación Mundo Nuevo y, mientras viaja por el mundo, diseña el vestuario de Don Giovanni, la ópera que abrirá la próxima temporada del Colón
Artes visuales: vínculo con lo salvaje
Los animales siempre fueron una constante en mi obra. Comencé con los pájaros, que para mí simbolizan la posibilidad de volar, la sensación de libertad, lo bello... Los perros también me gustan mucho. Hice una exposición hace muchísimo tiempo en La Plata, en la que había de todo: cebras, pumas... Animales vestidos como personas.
No puedo dar una explicación intelectual de por qué hago esta unión entre lo humano y lo animal. Es algo muy intuitivo. A veces me entero de las motivaciones mucho tiempo después; a veces no me entero nunca. Es algo que tiene que ver más con los sueños que con lo racional. Son obsesiones recurrentes.
En la muestra actual hay unas treinta obras: dibujos, objetos y piedras intervenidas. Trabajar para una exposición me da muchísima felicidad y me equilibra. Es mi columna vertebral. Todo lo que es teatro es para afuera, grupal y dispersante. Y en la plástica estoy sola. El equilibrio entre esas dos vertientes es lo que trato de conseguir. No significa que lo consiga. No me para la cabeza y no tengo tiempo libre; hago doscientas cosas al mismo tiempo.
Teatro: cruce entre dos mundos
El teatro es una parte muy importante de mi vida. Se mezcla mucho con el dibujo, así como se mezclan lo animal y lo humano en mi obra. Tienen mundos muy parecidos. Veo gente en el teatro que después dibujo, o dibujo a alguien que después traslado al escenario si lo permite la puesta. Todo depende de cuál sea el espectáculo y cómo sea la mirada del director.
El color tiene mucha importancia para mí, y me es muy útil en el teatro la forma en que veo el color de lejos. Mi armado tiene más que ver más con la plástica que con el teatro.
Acabo de presentar mis dibujos para el vestuario de Don Giovanni, que abre temporada en abril en el Teatro Colón. Soy free lance, trabajo donde me contratan, en todos los teatros de Buenos Aires. Dos o tres veces por año viajo por trabajo al exterior. Finlandia, Suiza... Estoy yendo bastante a España. El último viaje fue a Bilbao, donde hice la opereta La viuda alegre. En general hago más óperas que otro género.
Música: batalla contra el silencio
La muestra actual se llama Cantata porque es una forma musical abierta que se puede adaptar a distintas cosas. A dúos, tríos, coros, cuartetos. Tenía muchas ganas de ponerle un título relacionado con la música, que además acompaña la muestra en cualquier momento en que se visite. No me gusta el silencio para mirar; es como un valor agregado. La banda sonora la hizo mi hijo, Damián Laplace, que es músico. Él viene a ver mi obra y a partir de ahí compone algo; depende mucho del tema de la exposición. Cuando expuse Epifanía, en el Museo Nacional de Bellas Artes (2006), más que una melodía reconocible había muchas voces, como si el lugar estuviera habitado. Y cuando hice Pajaritos en la cabeza, en la galería Lila Mitre (2007) era una selección de música de mujeres, un poco más chillona e irritante. Esta música es más tranquila, tiene que ver con algo más profundo.