Reinas de la matemática
Probablemente no sea exagerado afirmar que la comunidad de cultores de la "reina de las ciencias", la matemática, fue una de las más renuentes a aceptar la participación de las mujeres. Desde los tiempos de Hipatia, que vivió en Alejandría a principios del siglo V, se instaló la idea de que estas no tenían la capacidad de cultivarla y, cuando lo hacían, se pasaban por alto incluso logros sobresalientes.
Por suerte, las cosas parecen estar empezando a cambiar. Hace cuatro años, la iraní Maryam Mirzakhani se convirtió en la primera en recibir el premio más prestigioso de su especialidad, la medalla Fields (que se entrega cada cuatro años a matemáticos menores de 40 años). Mirzakhani, considerada una virtuosa de la geometría de las superficies complejas, hizo historia con esta distinción que desde 1936 habían ganado solamente hombres; 52 en total.
La semana última, el Premio L'Oréal-Unesco reconoció por primera vez a dos matemáticas. Una es Ingrid Daubechies, laureada por América del Norte y la primera mujer en convertirse en presidenta de la Unión Matemática Internacional. Catedrática de la Universidad de Duke, es reconocida mundialmente por su trabajo en las llamadas "ondeletas" (wavelets), una herramienta matemática utilizada para analizar datos en diferentes escalas y resoluciones. La otra, laureada por Europa, es la francesa Claire Voisin, que tiene un teorema con su nombre, recibió la medalla de oro del Centre National de la Rechecherche Scientifique (CNRS, algo así como el Conicet de Francia) y fue la primera matemática mujer en formar parte del Collège de France. (Un dato que sorprende es que todo esto no le impidió ser madre de ¡cinco hijos!)
Finalmente, hace un par de días se anunció que por primera vez desde que se instituyó, en 2002, y después de 19 ganadores hombres, el premio Abel (que entrega más de 700.000 dólares estadounidenses), se otorgó a una mujer, la profesora emérita de la Universidad de Texas en Austin Karen Uhlenbeck. A propósito de la distinción, la revista Nature dijo que Uhlenbeck es "legendaria" por su dominio de un tipo de ecuaciones que se encuentran en el corazón de la mayoría de las leyes físicas.
La Academia de Ciencias y Letras de Noruega comenzó a entregar esta distinción cuando se cumplieron dos siglos del nacimiento de Niels-Henrik Abel, un genio precoz y uno de los matemáticos que murió más joven: solo vivió 26 años.
Segundo de seis hijos, cuenta Francisco Vera en Veinte matemáticos célebres (Los Libros del Mirasol, 1961), Abel creció en una Noruega devastada por guerras con Inglaterra y Suecia. A los 22, y después de haber conseguido una pequeña pensión para proseguir sus estudios en Copenhague, publica una memoria con un descubrimiento que deslumbra a sus contemporáneos. Pero como es muy pobre, debe suprimir algunas proposiciones para que el original no ocupe más de medio pliego... y eliminar alimentos de su dieta para financiar la impresión. Después se dirige a Berlín y luego a París, donde le envía un trabajo a Cauchy, que en lugar de darlo a conocer, se lo guarda. Del teorema que lleva su nombre dicen que contiene "inspiración para quinientos años". Sin embargo, el nombramiento para ocupar una cátedra en la Universidad de Berlín le llega dos días después de su muerte, por tuberculosis.
Uhlenbeck, que ahora tiene 76 años, experimentó en carne propia algunas de las dificultades proverbiales que impedían el acceso de mujeres a la matemática. Por ejemplo, le auguraron que nadie la contrataría porque ellas debían estar en casa y tener bebés. "No puedo pensar en una mujer matemática para quien la vida haya sido fácil. Los esfuerzos heroicos tienden a ser la norma", dijo Uhlenbeck, según recuerda Manuel Ansede en El País. Ojalá estas distinciones inspiren a las nuevas generaciones. A veces basta con un ejemplo para abrir un camino o encender la llama de una vocación.