Reflexiones del día después
Es ampliamente reconocido que la verdadera calidad moral de las personas se revela más claramente en las derrotas que en los triunfos, principio que se aplica en el juego pero también en la vida y en la política.
La ciudadanía fue contundente en el balotaje al impulsar una ruptura del sistema vigente hasta hoy. Los once puntos de diferencia lo confirman. La decisión del electorado no solo marca un cambio político, sino también un punto de inflexión en la percepción de la moralidad y la dignidad nacional.
La ciudadanía dijo basta, no tanto mirando las virtudes del oponente, ni sus propuestas difíciles de digerir, ni sus exabruptos, sino fundada en el espanto que produjo un horizonte de continuidad de un sistema político que tuvo un país entero como rehén por los últimos 20 años, salvo un corto período que no alcanzó para revertir la dramática situación creada por tanto populismo crónico.
El resultado electoral trae consigo una mezcla de esperanza cautelosa y gran incertidumbre. A pocos días del cambio efectivo de gobierno, la Argentina se encuentra en un momento crítico y hay indicios precursores de una transición difícil. En el ámbito del Ejecutivo no fueron buenas señales los amagues de pedido de licencia del ministro Massa, ni sus dichos indicando que desde el día después de la elección toda la responsabilidad quedará en manos del “presidente electo”. Más allá de que el Gobierno deberá continuar en su rol hasta el 10 de diciembre, esa frase reveladora encierra el peligro de un quite de cooperación en los temas más críticos de la realidad nacional. No debe suceder.
Esto se agrava al mirar en conjunto la administración pública, con gran cantidad de funcionarios politizados y acostumbrados a la profunda ineficiencia. En el corto plazo, es necesario que ese campo no se convierta en un ámbito de obstrucción permanente o, en el peor de los casos, en un escenario de tierra arrasada, para lo cual se deberá contar con nuevos funcionarios, idóneos y honestos.
La situación en el Congreso tampoco será sencilla. La falta de quorum y mayorías automáticas implica que todo deberá ser negociado, lo que demandará un alto grado de sensatez y cooperación. Las propuestas de Milei deberán ser moderadas para resultar viables y acordes con el Estado de Derecho, mientras que las nuevas oposiciones, incluidos, entre otros, el futuro exoficialismo y los grupos de Juntos por el Cambio que no acompañaron a Macri y Bullrich en su apoyo a La Libertad Avanza, tendrán que demostrar grandeza y patriotismo, apoyando en cada caso lo que sea mejor para la Argentina y su gente. En este escenario, el Poder Legislativo tendrá un rol central en la gobernabilidad futura.
Sin embargo, el desafío más grande se dará en las calles. Los resentidos con el resultado se verán tentados a la agitación en el espacio público, sin importar el nivel de violencia y las consecuencias, ni la voluntad de la gran mayoría de los argentinos de vivir en paz, trabajo y orden. Está claro que esos grupos subordinan cualquier valor superior a intereses e ideología. Así crecieron y se multiplicaron a la sombra de tantos años de populismo y corrupción. Incidentes violentos, como los ocurridos en 2017 con las catorce toneladas de piedras en oportunidad del tratamiento de la reforma previsional, son un recordatorio sombrío de lo que puede suceder cuando se subestiman estas fuerzas. Por lo tanto, la seguridad y el orden público deberán ser una prioridad del nuevo gobierno, poniéndolas desde el primer día en manos expertas y decididas.
Sin dudas, la administración que asume el 10 de diciembre se encontrará con un campo minado, donde los perdedores aún conservan una gran capacidad de daño. Por eso es esencial que se rodee de los mejores para navegar estas turbulencias de la transición, a las cuales se suma la enorme y gravosa carga que deja en todos los órdenes un gobierno que fracasó. En este contexto, es crucial que aquellos que no fueron elegidos entiendan la importancia de saber perder. Deben reconocer que su tiempo ha terminado y que no hay lugar para revanchas, conspiraciones ni deseos de retorno a las viejas y nefastas prácticas. Ojalá sean capaces de esa nobleza.
La Argentina está en un momento de trasformación, no solo en términos políticos, sino también morales y sociales. Se abre una nueva época que será acompañada con su esfuerzo por los ciudadanos en la medida en que se la perciba, más allá de las promesas, como un camino de evolución y de prosperidad, en el marco del respeto a aquellos valores esenciales que nunca se debieron haber perdido. El verdadero desafío comienza ahora e involucra a todos, vencedores y vencidos.
Presidenta de Iniciativa Republicana