Reencontrar el rumbo perdido
En estos días, en los que se está conmemorando el 35º aniversario del triunfo electoral que llevó al doctor Raúl Alfonsín a la presidencia, me parece oportuno resaltar una vez más la que fue, desde mi punto de vista, la mayor cualidad de ese hombre enorme: su comprensión de la política. Me reuní con él por primera vez siendo yo intendente de Lomas de Zamora y él presidente de la Nación, en circunstancias que ya he narrado en otros lugares. Y a partir de ese momento, nuestra relación se fue afianzando.
En vísperas de las elecciones de 1991, en las que fui elegido gobernador de la provincia de Buenos Aires, le pedí una reunión a don Raúl. Yo estaba absolutamente convencido de que iba a triunfar, así que me estaba preparando para gobernar y así se lo comenté a Alfonsín al comenzar esa reunión. Sin dejar de señalarme en su estilo socarrón que para gobernar primero tenía que ganar las elecciones, me pidió que fuéramos al grano. Yo entonces le mostré un compromiso ético de 10 puntos, que había redactado inspirándome en un documento similar que acompañó siempre al doctor René Favaloro en su carrera. En ese compromiso, los dos primeros puntos eran eliminar la corrupción estructural y construir un ámbito de convivencia con todos los elegidos para ocupar cargos legislativos y a los partidos de los que provienen.
Alfonsín lo leyó y me dijo que en líneas generales estaba de acuerdo. Fue en ese mismo momento en el que le ofrecí gobernar juntos. Sorprendido, me pidió que le aclarara en qué condiciones le hacía esa propuesta que yo llamaba "cogobierno". "Muy simple, don Raúl. Como usted sabe, la gobernanza tiene dos funciones esenciales, una de ellas es la de administrar los fondos, y de eso me voy a encargar yo con mis equipos; la segunda, de igual importancia, es el control del funcionamiento del Estado. Todo eso le va a corresponder a su partido".
-¿Qué es todo?
-Todo es todo, y para ser más claro: la Fiscalía del Estado provincial, la Tesorería, el Tribunal de Cuentas del organismo provincial y el de cada uno de los municipios, y el control que requiera cada organismo descentralizado, creado o por crearse. Cogobernar es la única manera de terminar con la corrupción estructural.
Una vez que salió de su sorpresa ante el hecho inédito de que alguien que se sabía ganador le ofreciera compartir el triunfo, el doctor Alfonsín aceptó y dio lugar al nacimiento de una inédita forma de gobernar bajo un nuevo paradigma: "El que gana gobierna y el que pierde, también gobierna". Una década después, cuando asumí la presidencia de la Nación, utilizamos el mismo método, esta vez basados en un acuerdo no escrito, pero sí explícito de participación en el gabinete, del cual formaron parte dos excelentes ministros de extracción radical y de consolidar una mayoría parlamentaria, consensuando las iniciativas para presentarlas en conjunto.
Todos los logros de mis dos períodos como gobernador de la provincia de Buenos Aires, así como los de mi paso por la presidencia de la Nación no hubieran sido posibles sin esa idea de cogobernar, que llevamos adelante con don Raúl. Fueron 8 años en provincia y casi dos como presidente sin escándalos de corrupción, con gestiones ágiles, exitosas y eficientes.
Por eso creo, en estas horas en las que no pasa un día sin que se destape un delito de corrupción y en el que la sociedad padece el deplorable espectáculo de una dirigencia empecinada en dividir antes que unir, en discutir antes que acordar y en gritar antes que escuchar; creo que recordar el pensamiento y el accionar de don Raúl Alfonsín puede ayudarnos a reencontrar el rumbo virtuoso de una democracia participativa que, por momentos, parece que hemos definitivamente perdido.
Expresidente de la Nación