Redonditos de Ricota: del rock del país al fetiche editorial
En el final, el ensayo aborda dos contextos históricos en apariencia contrapuestos: el menemismo y el kirchnerismo
No hay (¿acaso no habrá nunca?) en la Argentina banda de rock más importante que Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota: ninguna puede jactarse de haber afectado de una manera tan profunda y transversal la sensibilidad de dos o tres generaciones. En más de una ocasión su cantante, Carlos "Indio" Solari, se declaró constructivista: "Si una canción cambia la forma de ver el mundo, entonces cambia el mundo". Si nos atenemos a esta afirmación, pocos han cambiado nuestro mundo (nuestro paisaje musical, sentimental, ideológico) como Los Redondos. Pasados doce años de la disolución del grupo, Los Redonditos de Ricota devienen objeto de estudio. Y si bien siempre se mostraron reacios a la idea de que un otro exprimiera cualquier tipo de rédito de esa entidad llamada Patricio Rey, los homenajes musicales y, últimamente, los libros que abordan desde distintos miradores aquella experiencia que duró un cuarto de siglo (de 1976 a 2001) no dejan de multiplicarse.
En 2011 apareció una novela de Ariel Magnus, La cuadratura de la redondez , en la que un filólogo ficcional se tomaba la tarea de desentrañar el sentido de las célebres letras de Solari, considerado por muchos el mayor letrista del rock argentino de todos los tiempos. El mes pasado, Pablo Cillo publicó un extenso volumen titulado Filosofía ricotera , en el que desde el terreno del pensamiento filosófico, y con las herramientas de las teorías marxistas, freudianas y deleuzianas, intenta "servirse de la filosofía para dar una visión de conjunto de las relaciones de sentido hacia el interior del discurso ricotero". Y desde hace un buen tiempo, los periodistas Pablo Perantuono y Mariano del Mazo preparan la que se propone como la más ambiciosa biografía de la banda, que prometen publicar el año que viene.
Pasados doce años de la disolución del grupo, Los Redonditos de Ricota devienen objeto de estudio
Pero esta semana se distribuye en librerías y kioscos el que, hasta la fecha, se presenta como el libro más raro e interesante de todos: Redondos. A quién le importa. Biografía política de Patricio Rey. Lo firma un colectivo y no un autor, Perros Sapiens, que integra los nombres de los tres jóvenes periodistas y escritores a cargo del proyecto (Agustín Valle, Ignacio Gago y Ezequiel Gatto). No es una historia de la banda, ni de sus integrantes, ni de su música, ni de sus seguidores. El centro del estudio es Patricio Rey. Se trata de un abordaje desde el pensamiento teórico pero también, o sobre todo, desde una posición vitalista. No desde la mente, sino desde el cuerpo (y recién después la mente) ¿Y quién vendría a ser Patricio Rey, para los Perros Sapiens? "Patricio Rey es el mito de que alguien puede apadrinar los berretines de una libertad grupal, que se basta pequeña y efímera pero cuya intensidad puede crecer con trascendencia inmensurable. Alguien excelso, de jerarquía redoblada –patricia y monárquica–, para atizar encuentros en torno al principio ordenador del placer, con el mandato de perder la forma humana y un concepto regente de fiesta". Unas líneas más abajo, completarán: "Un Rey que no es otra cosa que el nombre genérico de la multitud reunida, efecto transcorporal del encuentro".
El libro se abre con una pregunta, una declinación, y una propuesta sobre sus fines: "¿Por qué Los Redondos son Los Redondos? Los misterios no pueden resolverse, pero pueden transformarse en misterios mejores (...) Esta es una investigación sobre la singularidad de los Redonditos de Ricota y su incidencia en la cultura argentina". Dividido en tres partes ("Figuras", "Historia" y "Apropiaciones"), va recorriendo uno a uno los significantes más tradicionalmente asociados a la historia del grupo. Misterio y clandestinidad, por ejemplo. "El misterio, como dijimos, es un ingrediente fundamental de Los Redondos (...) Mantuvieron el 'de boca en boca' incluso en escala masiva (¿Hay antecedentes? Hablan de Greateful Dead...). Inventaron un modo clandestino de habitar la masividad". ¿Qué clase de clandestinidad? "Clandestinidad para con las corporaciones discográficas, clandestinidad para con el Estado (sobre todo en los shows), clandestinidad para con los medios y, en tanto política general, clandestinidad también en relación a su propio público; y sobre todo, clandestinidad masiva con su público, y en las bandas".
Hay una manifiesta voluntad de pensar al fenómeno de Los Redondos desde abajo, desde una posición "antrópica" y "reticular", para utilizar términos que el mismo libro propone. Y también intentos por repensar (quebrar, desplazar, astillar) conceptos asociados a su historia, como el de la violencia y la opacidad de su propuesta lírica. Por ejemplo aquel enunciado sobre la responsabilidad que le cabría a la banda en el proceso de "futbolización del rock": "La violencia propia de los recitales ricoteros no puede explicarse como degeneración y corrupción. Había algo de violencia que le era constitutivo, y constituyente –de nuevas formas de humanidad; la violencia de la liberación de potencias (...) No era, nunca fue, simplemente un espectáculo". ¿Y qué pasa con las letras? En el libro se las llama "lírica emancipatoria". Las letras de Los Redondos no son, según los autores, "ni código a descifrar, ni noticiero representativo de la realidad". Sino más bien "intensidad enunciativa, imágenes indeterminadas, para apropiarse y dar sentido. De esta manera, la lírica de Solari es en sí misma emancipatoria. No porque tenga contenido libertario (...) Las letras de Patricio Rey son emancipatorias porque proponen un régimen semiótico decisional; es decir, conectarse con ellas es el umbral de una zona de decisión propia".
Hay una manifiesta voluntad de pensar al fenómeno de Los Redondos desde abajo, desde una posición "antrópica" y "reticular", para utilizar términos que el mismo libro propone
Llegando al final, el ensayo se las debe ver con dos contextos históricos en apariencia contrapuestos: el menemismo y el kirchnerismo. En los años 90, sobre todo a partir del lanzamiento de "La mosca y la sopa" (1991), Los Redondos transitan un imparable camino hacia la masividad, puntuado por ciertos hitos: en el estadio de Obras Sanitarias es asesinado Walter Bulacio; a mitad de la década deben replegarse al interior del país después de la violencia en las actuaciones en la cancha de Huracán (1993-1994); la parábola de aquellos diez años se cerrará en verdad en 2001, con los recitales en el estadio de River Plate, el récord de asistencia y la muerte sucediendo dentro de la misma cancha.
Los autores de Redondos. A quién le importa fueron seguidores de la banda durante aquellos años, vivieron la adolescencia durante el sistema de valores propuesto por el menemismo. No podrían leer a la experiencia-Redondos de otra manera que como la escriben: "En los años 90, Los Redonditos resultan un carnaval expresivo para esa hora dominada más bien por la sequedad expresiva (el despojo como estética rectora en cine, en literatura) o por el atolladero y empalagamiento comunicativo (del entretenimiento). PR elabora, en ese paisaje, un lenguaje sofisticado para nombrar las circunstancias. Circunstancias de catástrofe: y desde esa premisa se sanciona a todas las estéticas sofisticadas pero desproblematizadas, la lucidez cool de los que vieron la onda, a la vida boba sin problemas. Patricio Rey, trinchera estética, sostuvo una expresión sofisticada sobre la base de la catástrofe, donde los cuerpos sobreviven entre escombros, cuerpos que son ellos mismos escombros del derrumbe social, pero persisten, están, siguen siendo, gritan, viajan, saltan, cantan: nada puede ser tan grave si podemos encontrarnos y estamos, hoy, acá".
Redondos. A quién le importa,
El libro cierra con una situación problemática, el uso que el poder estatal (el kirchnerismo) hace de las canciones de Los Redondos: la incomodidad, para los seguidores atentos, de que Aníbal Fernández se intercambie mensajes de texto con Carlos Solari, o que se declare abiertamente fan de la banda. "¿Qué significa el uso del tema Juguetes Perdidos como telón de cierre de un discurso presidencial", se preguntan los autores. Es cuando aparece la declaración de principios, que en este caso está al final del volumen, y no al comienzo. "Ni nos mueve un fanatismo de lo acontecido, ni estamos tampoco en una continuidad (...) Donde estamos, Patricio Rey guarda una vitalidad. Ni Los Redondos, ni el Indio ni Skay, sino algo que pasó ahí. Algo que pasó ahí, en un juego de intensidades extraño, ajeno a la obviedad, incodificado, que por incodificado da lugar a la pregunta. Y la pregunta aparece, por otra parte, causada por cierta incomodidad con el presente. Presente que, estatización mediante, se reviste con esas banderas, presente que se identifica con esas banderas –traduciéndolas, ahora sí, a código–, nos quita los trapos. Por eso mismo hacemos el ejercicio de investigar metódicamente lo que vemos en esa experiencia. Lo que vemos en Patricio Rey: porque ver es una actividad siempre actual. Lo que sirve para pensar la vida, está vivo".
Redondos. A quién le importa, con sus aciertos y sus pasajes erráticos, que pide públicamente, a diferencia de los seguidores del grupo, "que no se vuelvan a juntar", se presenta hasta ahora como la lectura más arriesgada y creativa de aquel fenómeno de fuerzas, deseos e intensidades que fueron Los Redonditos de Ricota. A pesar de algunas impugnaciones fuertes ("Perdidos los criterios de tino y pudor dados por el espacio de percepción y expresión colectiva Carlos Solari es, casi, un famoso más. Como todos: en tanto individuos, somos presas de la estupidez"), no sería ilógico pensar que esta lectura podría llegar a interesarles, incluso, a los propios miembros de la banda.