Redescubrir quiénes somos y hacia dónde vamos
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¿Quién soy? Es una pregunta esencial que rara vez nos detenemos a explorar en profundidad. Santiago Álvarez de Mon, en su libro Mi agenda y yo, nos invita a enfrentar este interrogante desde una perspectiva poco común: la relación con nuestro tiempo. Mientras tanto, los ejercicios de coaching personal y las reflexiones íntimas que realizamos cuando se acerca el fin de año son herramientas poderosas para despejar las capas de rutina y obligación que a menudo ocultan lo que realmente importa.
Álvarez de Mon nos ofrece una clave aparentemente sencilla pero de gran profundidad: “Dime qué haces con tu tiempo y te diré quién eres”. Esta afirmación resuena con una verdad ineludible. Nuestro tiempo, más allá de los discursos aspiracionales que construimos, refleja nuestras verdaderas prioridades. Si decimos valorar la familia, pero nuestras agendas están llenas de compromisos laborales y escasas en momentos compartidos con nuestros seres queridos, debemos cuestionarnos la congruencia entre nuestras acciones y nuestros valores. El cierre de año es una oportunidad para este tipo de análisis. Vale la pena hacernos preguntas sobre este 2024 –¿qué logros destacas?, ¿qué aprendizajes me dejó este año?– y permitirnos mirar nuestra vida con honestidad. ¿Cuánto de 2024 dedicamos a lo que realmente nos llena de vida? ¿Cuántas veces postergamos aquello que decimos valorar por cumplir con expectativas externas, de otras personas?
Enfrentar estas preguntas puede generar miedo. Puede ocurrir que muchas personas no quieran ahora mirar de cerca sus agendas porque temen descubrir que lo que mueve sus vidas no es lo que realmente desean. El ejercicio de reflexión personal nos lleva a un lugar similar: ¿hay algo que nos hubiera gustado lograr este año pero no concretamos? Esta pregunta no es para juzgarnos, sino para redirigirnos, para encontrar ese “misterio interior” que define nuestra esencia y alinear nuestra vida con ella. No habrá otro diciembre de 2024. Es una verdad de Perogrullo, pero olvidamos que nadie vive en borrador.
Otro punto crucial es la necesidad de identificar qué deberíamos dejar de hacer. Nos aferramos a responsabilidades y actividades que ya no nos aportan valor, como quien guarda ropa que nunca más usará. Este hábito, arraigado en el miedo al cambio o a perder el control, limita nuestro crecimiento. Los ladrones de tiempo (reuniones innecesarias, compromisos vacíos, distracciones) son los principales culpables de agendas saturadas que nos impiden vivir con plenitud.
Aquí el coaching ofrece una solución práctica: ¿qué hábitos o prácticas podemos adoptar para alcanzar nuestros objetivos en los pocos días que quedan del año? ¿Qué recursos podemos movilizar para cerrar 2024 con intención y comenzar 2025 con propósito? Delegar, priorizar y soltar aquello que no nos impulsa hacia adelante son acciones esenciales para liberarnos del caos cotidiano y reencontrarnos con nuestras metas.
La conclusión es clara: vivir implica estar presente. No se trata solo de gestionar mejor el tiempo, sino de darle significado. Al analizar nuestra agenda o nuestras reflexiones del año, la pregunta central no es solo “¿qué hice?”, sino “¿esto me hizo vivir mejor?”. El próximo 31, cuando miremos hacia atrás, las emociones que queremos sentir –orgullo, satisfacción, gratitud– no surgirán de agendas llenas, sino de momentos vividos con sentido. Tal vez, una experiencia especial que cierre el año o una pequeña acción significativa puedan ser el símbolo de ese cambio hacia una vida más alineada con nuestra esencia.
¿Quién soy? Soy el dueño de mi tiempo, el arquitecto de mis días, el autor de mi vida. Que estas palabras no sean un ideal distante, sino el inicio de un compromiso real con lo que nos hace profundamente humanos.
Autor de Del caos al conocimiento. Conversaciones con un hombre agobiado