Recuperar un lugar emblemático
Atravesado el esfuerzo de leer la jerga de los arquitectos que propusieron cómo transformar el Jardín Zoológico de Buenos Aires (una joya arquitectónica) en el Ecoparque, se advierten proyectos que aspiran a dar continuidad a lo que Domingo F. Sarmiento, Eduardo L. Holmberg y otros cultivados contemporáneos fundaron en 1875.
"¿Para qué sirve un establecimiento público como el que dirijo si no ha de ofrecer para estudio su rico material a los hombres de ciencia?" Esto lo decía hace más de cien años el naturalista Eduardo L. Holmberg, director del Jardín Zoológico Municipal de Buenos Aires, quien aseguraba que "los trabajadores de la ciencia, los Ameghino, Lynch, Quiroga, Arata y Ambrosetti" encontrarían allí lo necesario para sus investigaciones.
Cuando Sarmiento concibió la instalación del enorme pulmón verde de la ciudad en Palermo, no lo hizo sólo para regalar un paseo a los porteños. Amante de la naturaleza, conocedor de las corrientes de la ciencia -que el evolucionismo hacía avanzar con pasos de gigante, particularmente en la Argentina, uno de los primeros países del mundo en recibir el darwinismo con los brazos abiertos-, concibió el parque Tres de Febrero como un reservorio ambiental para desarrollar el conocimiento de la biosfera. Con fines semejantes había impulsado la instalación y el engrandecimiento de museos, la creación del Observatorio Astronómico de Córdoba y la contratación de sabios extranjeros para poner las bases de una escuela científica nacional. Al tiempo que empujaba al joven Florentino Ameghino a convertirse en investigador sistemático del pasado biológico enviándolo a formarse en Francia.
Sarmiento, probablemente uno de los primeros lectores de Darwin en el país (su amigo Francisco J. Muñiz era corresponsal del autor de El origen de las especies) no estuvo solo en la tarea. Lo acompañaron o siguieron sus pasos, entre muchos, los científicos Holmberg, Germán Burmeister, Carlos Berg, los miembros de la Academia de Ciencias de Córdoba; también los gobernantes Carlos Pellegrini, Eduardo Wilde, Francisco Seeber, Torcuato de Alvear. Y Charles Thays, realizador de los jardines del parque y diseñador del Jardín Botánico. Pellegrini, como secretario de la comisión del parque y más tarde como presidente de la República, se ocupó de ambos jardines. En Europa compró animales para el Zoológico y cedió los terrenos a la municipalidad para que Thays instalara el jardin des plantes propuesto ya en 1820 por el naturalista francés Aimé Bonpland.
En la época de Sarmiento y otros gobernantes argentinos -parte de una elite que reconocía la urgencia de estar a la par del mundo- se valoraba la ciencia como factor principal para el progreso del país. No podían sospechar que, en vez de evolucionar, la ciencia argentina iba a tener tantos traspiés. Ya ningún gobernante dice -como Sarmiento en el funeral cívico por la muerte de Darwin, en 1882- que se debe dar "estímulo y gloria a los trabajadores de toda nuestra América para ayudar al progreso de la ciencia", al tiempo que rendía homenaje a Burmeister y al astrónomo Benjamin Gould, y destacaba la presencia del paleontólogo Ameghino.
La presencia de Holmberg al frente del Zoológico y de Thays en la dirección del Botánico no fue resultado de componendas ni capricho de funcionario. Fue como si hoy, en un gesto que intentase recuperar aquella grandeza de los hombres que construyeron el país, el jefe de gobierno de la ciudad nombrase en esos puestos al más eminente zoólogo y al más prestigioso paisajista de la Argentina.
Sarmiento y sus continuadores -Cristóbal Hicken, Clemente Onelli, Ángel Cabrera, Christofredo Jakobs, entre otros científicos que impulsaron las ciencias naturales- no pensaban en la investigación científica como actividad de laboratorio. Sabían que cada paso que se da en el ámbito del entorno natural lo modifica. Para Sarmiento, crear el parque Tres de Febrero, levantar el Jardín Zoológico, poner las bases para el Botánico fueron iniciativas para mejorar la calidad de vida de los habitantes de Buenos Aires y, consecuentemente, ampliar el marco para la interrelación entre ciencia y sociedad.
Convertir en monumentos históricos ambos jardines fue una medida justa. Que compensó simbólicamente el deterioro que sufrió la obra de aquellos hombres progresistas. En ese sentido, el desarrollo del Ecoparque podría responder a la aspiración de Holmberg. Más aún: sería recuperar el goce de las visitas públicas a lo que alguna vez fue un destino festivo para los porteños.