Recuerdos del futuro: Buenos Aires como ciudad caminable
Muchos jóvenes que hoy en día se mudan a vivir solos o en pareja (y quizás hartos de largos viajes a la facultad o al trabajo) están renunciando en forma voluntaria al auto y viviendo en departamentos en zonas densas. Lo hacen por distintos motivos: por iniciativa propia, porque les gusta el estilo de vida urbano y porque saben que en muchas ciudades del mundo, al restringir el uso del auto y promover la escala peatonal, mejora la vida en los barrios, junto con la posibilidad de usar las calles, el espacio público y los espacios verdes.
La experiencia demuestra que no se puede seguir difundiendo y facilitando el transporte en auto con un solo pasajero. Los recursos que se necesitan para facilitar el acceso a los centros se pueden usar de una manera mucho más productiva promoviendo alternativas más eficientes como el transporte público, las bicicletas y los peatones, y creando para eso mismo barrios de usos y densidades mixtos, o completando los que ya existen.
Claro que para lograr esto no hace falta reducir a cero el tráfico de autos. De hecho, la experiencia de Estocolmo demostró que, con un 20 por ciento menos, la diferencia resultó suficiente para mejorar todos los demás modos de transporte y la calidad de vida en el espacio público.
Muchas personas se mudan cerca de su trabajo y deciden proveerse de servicios en el barrio, sacrificando el auto por la libertad de saber que tienen cerca todo lo que necesitan; que sus amigos, la cultura que disfrutan y los lugares de encuentro están cerca, que en el espacio público y los parques hay lugar para descansar y hacer deporte.
Así, el público más joven se traslada a los viejos barrios donde los habitantes siempre han hecho este tipo de vida y ayudan a mejorarlos. Una consecuencia negativa es la gentrificación, la gente de menos recursos que deja estos barrios porque se hacen muy caros. Pues bien: hay que buscar formas para evitarla.
Si quisiéramos que la ciudad siguiera creciendo de este modo, lo mas difícil sería diseñar y construir barrios nuevos, con la red de calles, avenidas y ramales de trenes necesarios para que esto funcione como un sistema. Hay ciudades que, aunque decidieran cambiar su formato hoy, no podrían hacerlo. Han crecido con autopistas, sin redes de transporte público, sin escala peatonal posible... Los sistemas de buses rápidos sirven para mejorar el transporte, pero no los barrios.
Por suerte para nosotros, Buenos Aires aún conserva (aunque en mal estado y a veces abandonados, hay que decirlo) muchos barrios en cuadrícula a la vera de viejos ramales de trenes suburbanos que podrían ser reactivados. Se parecen a los residenciales del conurbano, aquellos que todos consideramos excelentes lugares para vivir, sin diferencia de condición social, y donde si el tren no funciona, los colectivos son alternativas y donde, de todos modos, todo queda cerca.
Sus viejas estaciones languidecen al sol, rodeadas de pasto donde antes hubo galpones y depósitos, esperando que nos decidamos a reactivar los trenes y volver a aquella ciudad que empezamos a construir, una donde caminar por el barrio era la forma de convivir, trabajar y disfrutar.