Recordando el Holocausto
Hoy se cumplen 75 años de la liberación del Campo de Concentración Auschwitz-Birkenau; en esta verdadera "sucursal del infierno" se han exterminado a millones de seres humanos.
Visité en septiembre del 2015 dicho centro; el horror invade al recordar que allí millares de personas, de diferentes nacionalidades, encontraron el ocaso de su vida solo por pensar diferente o por pertenecer a un grupo étnico o religioso diverso. Todo ello me ha llevado a interrogarme hasta dónde puede llegar la barbarie o la irracionalidad, de algunos seres humanos, para diseñar una arquitectura tan diabólica que culmina con la aniquilación.
No solo el pueblo judío ha sido exterminado de manera infausta en ese período; criaturas -judías o no- que por el solo hecho de poseer una malformación congénita eran eliminadas del espacio vital que ese régimen de terror pretendió construir.
Nos recuerda Hicks en su obra "Nietzche y los Nazis" que, si nos detenemos en el período en que el nacionalsocialismo detentó el poder en Alemania, allí se han tomado como perno las alunadas ideas de Gerhard Wagner -el führer de los médicos- y propulsor de las leyes raciales. Su discurso era claramente legitimante del asesinato masivo de enfermos ya que oponían su multiplicador a las familias normales, generando una mayor erogación en el peculio estatal, merced a que debía efectuarse desembolsos adicionales para asistir sus condiciones de incapaces.
La eugenesia fue una de las tantas políticas abyectas anidadas desde las entrañas mismas del poder nazi. Concebían sus jerarcas que, al igual que un agricultor abrevaba por mejorar la calidad de su ganado, el Estado debía mejorar la calidad de sus ciudadanos; al amparo del aludido marco normativo, se delineó la esterilización de personas con defectos físicos; ésta desembocó, entre otras formas de matanza, que los niños, judíos o no, alcanzados por dichas malformaciones, fueran llevados a casas de "tratamiento especial" que significaba aplicarle dosis letales, privarlos de alimentos hasta el deceso por desnutrición o -lisa y llanamente- su aniquilación en cámaras de gas del eje Auschwitz-Birkenau o en algún otro centro de destrucción masiva instalado en Europa.
La aniquilación comentada no solo se recostó en el costado eugenésico. Resulta clarificadora la opinión de Rafecas en su "Historia de la solución final " en cuanto a que las leyes de Nuremberg le dieron fisonomía a la segregación racial de la comunidad judía. Básicamente, se sancionaron dos leyes en ese sentido: la Ley para la Protección de la sangre y el Honor Germánicos y la segunda de ellas que de manera impersonal establecía quién debía ser considerado judío según la ley germana complementada por la Ordenanza de la Ley de Ciudadanía del Reich- del 14 de noviembre de 1935 - determinaba la distintas categorías de hebreos.
Tanto Chevallier en su obra "Los Grandes Textos Políticos" como Yuval Harari – quien luego de deleitarnos con su escrito " De animales a dioses" emitió otro ensayo titulado " Lecciones para el siglo XXI " - son concluyentes : en el esquema maniqueo delineado en la Alemania Nazi, todos los males provenían de los judíos; esa inferencia antisemita que incluso hoy se proyecta y que debemos combatir, termina por imaginar de manera procaz que los judíos controlan el mundo, o el sistema bancario, o al menos los medios de comunicación y que son los culpables de todo, desde el calentamiento global hasta los ataques del 11 de septiembre.
Me parece que no resiste el menor análisis, compatible con la lógica, aquél que tienda a negar la existencia del Holocausto. Este existió; afectó a millones de seres humanos, en su mayoría judíos, pero eliminó también a los enfermos -en particular niños- por la sola concepción que resultaba onerosa su manutención.
La liberación del complejo Auschwitz-Birkenau ha representado un huracán de frescura y dio pábulo a la posterior de Declaración Universal de los Derechos del Hombre. Creo pues que debe ser una política de Estado el compromiso Argentino con la Shoá; su recuerdo, su evocación, su rechazo a la negación, los necesarios diálogos entre los diversos credos, son algunos de los estandartes que empavesan mi solidaridad esas verdaderas víctimas que, como diría Borges en su exquisito poema Juan López y John Ward, ocurrió en un tiempo que no podemos entender.