“Reconocer nuestras diferencias es aceptar nuestra igualdad”
Hace algunos años una publicidad para el Día de la Mujer rezaba la frase que titula esta columna y me quedó muy grabada. En aquel momento, mis pocos años me impedían descifrar lo que parecía un sinsentido. Con el tiempo, fui comprendiendo su dimensión y profundidad. La tecnología, las ideologías, las costumbres, el desarrollo; cada uno a su tiempo y velocidad, han ido transformando nuestra sociedad. El progreso no está marcado exclusivamente por las últimas novedades tecnológicas, sino también por las transformaciones colectivas. Y en este sentido, la búsqueda de la igualdad entre hombres y mujeres es la mayor innovación social que podemos presentar como sociedad. El propósito debe ser buscar la igualdad en la diferencia, en las capacidades únicas que cada ser humano aporta a lo social, familiar y empresarial. No basta con reconocer las diferencias sin más, el ser complementarios o buscar la complementariedad, implica aspirar a la igualdad.
Una sociedad verdaderamente inclusiva es aquella en la que todas las mujeres y hombres, niñas y niños disfrutan de los mismos derechos y oportunidades en todas las esferas de la vida. Sin embargo, y a pesar de los años y las instituciones involucradas trabajando para lograrlo, la discriminación generalizada basada en el género en las instituciones sociales de todo el mundo todavía limita las oportunidades de empoderamiento de las mujeres y las niñas, creando barreras para la igualdad de género y las oportunidades perdidas para el desarrollo económico. Desmantelar las normas y prácticas sociales discriminatorias, como las que restringen el poder de decisión de las mujeres o limitan su acceso a los recursos y activos económicos, puede generar importantes beneficios económicos. El Word Economic Forum en 2017 ya argumentaba que "garantizar la plena participación de la mitad de los talentos del mundo impacta positivamente en el crecimiento económico, la competitividad, la preparación para el futuro de las empresas y las economías." Incluso para el Fondo Monetario Internacional, cerrar la brecha de género en el empleo podría incrementar el PBI mundial en hasta un 35%. Solo en América Latina y el Caribe (ALC), puede traducirse en 3,6 puntos porcentuales adicionales en el crecimiento anual del producto interno bruto (PIB), de acuerdo a un cálculo realizado y publicado por la OCDE en julio de este año.
La discriminación generalizada basada en el género en las instituciones sociales de todo el mundo todavía limita las oportunidades de empoderamiento de las mujeres y las niñas, creando barreras para la igualdad de género
La desigualdad no viene por la falta de capacitación. De acuerdo a los datos de la UNC, en 2018 el 57,1% de los estudiantes de Ciencias Económicas eran mujeres, y de los egresados en ese mismo período, ellas representaban el 56,6%. E incluso, de los egresados de posgrados, el 53% fueron mujeres. Sin embargo, aunque tienen más formación que el hombre, cuando ellas pretenden entrar en el sistema formal por el cual se obtienen recursos, casi nunca lo logran en paridad. La población femenina tiene empleos más precarios, más temporalidad y mayores reducciones de jornada para poder realizar las tareas de cuidados en el hogar. Esto no solo dificulta que se alcancen puestos de responsabilidad, sino que hace que la carrera hasta ellos sea desigual. El sistema económico y empresarial es sumamente resistente a que las mujeres ocupen sus élites, y no podemos permitirnos desperdiciar talento porque nos reduce las posibilidades de sobrevivir como sociedad.
Pocos días atrás hemos presentado en Córdoba una asociación civil (ME&FIN) formada por profesionales de Ciencias Económicas que estamos haciendo carrera en finanzas y nos hemos propuesto trabajar para intentar cerrar esa brecha de género. Nos capacitamos entre nosotras, ya que representamos variadas ramas de la actividad económica: salud, educación, bancos, pymes, agro, organismos públicos y privados, consultoras, entre otras; y nos retroalimentamos con nuestra experiencia. También planeamos acercarnos a jóvenes estudiantes para que vean las posibilidades detrás de esta profesión, y queremos llegar hasta mujeres de bajos recursos que no pueden acceder a la capacitación formal a fin de adentrarlas en el mundo de las finanzas personales para que puedan administrar los fondos familiares e intenten ahorrar para el futuro. Confiamos en que nuestras gestiones por estas vías van a permitir mover palancas para eliminar desigualdades que parecían intrínsecas al sistema empresarial y de gobierno.
Economista