Ratas de naufragio
“Cuando el barcos se hunde las ratas tratan de salvarse”. Así dice el dicho y lo vemos cumplirse sin la menor vergüenza en todas las épocas de cambios y crisis. La “obediencia debida” parece obligar a los integrantes de gabinetes, ministerios, asesorías y grupos económicos financiadores de campaña, a callar errores garrafales, a defender lo indefendible y a justificar lo injustificable. Si eso fuera la sincera opinión de esos grupos, si esas opiniones fueran el resultado de una coherencia ideológica seguida prolijamente durante mucho tiempo, si sostener esas bases ideológicas hubieran traído problemas a sus integrantes de tal o cual partido, todo cerraría mejor y, aún admitiendo que esas personas puedan haber cometido errores que acarrearon problemas graves a la sociedad, al menos habrá una mínima aceptación a nivel humano y los perjudicados podrán censurar esos actos errados pero no agregarán la irritación y el rechazo extra que implican los “panquequismos” oportunistas, el lavado de manos que al propio Poncio Pilatos avergonzaría y sobre todo la negación de lo innegable, los videos de entrevistas y discursos de público conocimiento y el silencio cómplice ante sucesos luctuosos y muchas veces escandalosos que estallaron violentamente salpicando a menudo con sangre la realidad nacional.
Nadie es dueño de la verdad y la historia del mundo se construye con verdades que parecen mentiras y mentiras que pasan por verdades. Muchas veces el espeso velo de las historias oficiales oculta por años y años la verdad de los hechos y en parte esto ocurre por esas ratas de naufragio que por salvar sus traseros sucios deforman lo pasado y el tiempo que todo lo esfuma ayuda a sepultar secretos, a deformar el pasado y a instalar leyendas negras o a inventar santidades inexistentes cambiando héroes y villanos en forma aviesamente interesada. Esta complicada trama de intereses, bajezas y “gambetas” y mediocridades parten del frívolo recurso de salvarse del hundimiento circunstancial y terminan confundiendo a justos y pecadores en una calesita vertiginosa que termina por confundir a los contemporáneos y borrar la memoria de las generaciones posteriores. Unitarios y Federales, conservadores y radicales, radicales y peronistas, civiles y militares, peronistas tradicionales contra menemistas, radicales conservadores contra radicales socialdemócratas, peronistas tradicionales y menemistas contra los K, los pro contra los no-pro y siguen las firmas y las ratas seguirán poniendo las patitas en polvorosa renegando desfachatadamente de lo que hasta ayer defendían a muerte. En medio de estos derrapes son mas valorables a nivel humano los que siguen defendiendo sus opiniones aunque no nos gusten, no hay nada peor que la traición, la bajada de calzones y la perpetua apelación “al miedo que tenían por las represalias del poder” poder al que le chuparon las medias sobreactuadamente y sin ninguna necesidad porque se puede y se debe tener sentido de equipo y fidelidad a la pertenencia a una determinada plataforma ideológica pero también hay que tener la dignidad bien puesta para tener la valentía de hablar a tiempo, de revisar con autocrítica y coherencia los errores vengan de donde vengan.
La historia la escribimos todos los seres humanos con nuestras experiencias positivas y negativas. Nos toca a nosotros no ser tan frívolos, superficiales e irresponsables. Debemos dilucidar las raíces del mal, los orígenes del bien y sobre todo no deberíamos exagerar creyéndonos los mejores ni los peores como tantas veces nos hemos creído ignorando nuestros errores, minimizarlos con generalizaciones ó exaltando patrioterismos baratos y sobre todo no debemos perder la autocrítica, desterrar el fanatismo y no convertirnos en ratas de naufragio, admitiendo errores para no repetirlos.